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Olga, que vive en un quinto piso, le tira a Daniela las llaves de su casa por la ventana. El ritual se repite dos veces a la semana, desde hace tres años. El café y la torta casera siempre están prontos sobre la mesa. Mientras Daniela lee a Umberto Eco, Patricia Highsmith, Eduardo Mendoza o Marcia Collazo, Olga teje sin parar. Ella que tiene baja visión, que algunos días vive en una oscuridad total, y otros tiene un resplandor dentro de los ojos que la acompaña aunque los cierre, contrató a Daniela para que haga lo que ella no puede hacer desde hace diez años: leer.

Daniela Olivar nació y se crió en el departamento de Rocha (al este de Uruguay), pero vive en la ciudad de Montevideo. En el 2015, mientras estudiaba Bellas Artes y trabajaba en la Cámara Uruguaya del Libro creó el Proyecto Casa Ajena, con el fin de promover la lectura en personas no videntes y de baja visión. Junto con una amiga empezaron a ir a la casa de dos oyentes para leerles libros según sus gustos. Este número se mantuvo hasta fines del año pasado, que de a poco fueron sumándose más interesados. Las visitas duran una hora y cuestan unos tres dólares, aunque hay quienes lo hacen gratis.

Actualmente, son seis lectores y ocho oyentes. “Cifra que por demás me llena de alegría al ver que es un proyecto totalmente nuevo en Montevideo, con escasa difusión en los medios por falta de fondos, que ha tenido un repunte este último año y que realmente se puede mantener con esta autogestión como la estamos llevando a cabo, con un compromiso por parte de todos los participantes que se han sumado”, dijo Olivar a Distintas Latitudes.

Eso es lo importante, el compromiso de las dos partes. Que el oyente realmente tenga interés por lo que escucha, y el lector por lo que lee. La confianza depositada en el otro, el disfrute del encuentro. El proyecto Casa Ajena ha creado su propia biblioteca a lo largo de estos tres años. Ya tienen 500 libros entre donaciones, préstamos, canjes, alguna compra ocasional y la fusión de las bibliotecas personales de cada lector. “También hemos usado las redes sociales solicitando algún libro en especial. Por ejemplo, de poesía gauchesca que es muy raro que las personas hoy en día en la construcción de su biblioteca personal tengan ese tipo de temática”, dijo Olivar. Así han aparecido textos de Bartolomé Hidalgo, Elías Regules, Serafín J. García.

No hay límite de edad en los oyentes ni es excluyente que sea ciego o de baja visión. Generalmente son personas mayores que viven solas, pero los perfiles son muy diferentes entre sí. “Hay quienes le gustan las novelas de espías, otros las novelas históricas, otros los Best sellers, o las novelas románticas. Lo que comparten todos es el preguntarte cuando se perdieron y no se acuerdan de un personaje; en qué parte era que íbamos; la sonrisa pícara cuando se dice algún disparate; esa alegría que sentimos cuando llegamos”, contó Olivar.

Desde el portal web del proyecto explican que no se adjudican la idea como propia o que solo se pueda realizar en Montevideo. Insisten en que se repita en otros países u otros contextos, pero idealmente a través de la autogestión. Olivar agregó que la contactaron de Colombia y Argentina para replicar el proyecto. También de España, pero cree que no se concretó. De todas formas, cualquiera que disfrute de la lectura puede juntarse con quien disfrute de oír. Lo dijo Olivar: para aprender a “levantarse y seguir, sobrevivir a la oscuridad”. Como Olga.

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Florencia Pagola (1988) periodista uruguaya. Trabajó en La Diaria. Desde 2015 es una de las integrantes de la Red Latinoamericana de Jóvenes Periodistas, iniciativa inédita para impulsar el periodismo regional y destacar nuevos talentos. Twitter: @FlorPagolaLuc

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