El próximo 4 de febrero, Costa Rica tendrá elecciones legislativas y la primera vuelta de sus presidenciales. Con ello, el país centroamericano abrirá un intenso período electoral en varios países de América Latina.
Si bien Costa Rica no suele ser retratado como un país polarizado o con fenómenos políticos de alto impacto, en las últimas dos semanas el panorama electoral en el país dio un giro sorprendente e inesperado. El proceso electoral ha puesto como centro del debate temas como el matrimonio igualitario, los derechos de las personas trans, el aborto y la educación sexual, generando altas dosis de polarización que ha sido aprovechado para impulsar agendas conservadoras. Para muestra, un botón: después de estar entre los últimos lugares en las encuestas, un candidato presidencial evangélico fundamentalista saltó al primer lugar.
Todo esto se dio luego de que el pasado 9 de enero se hiciera pública una opinión consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), que había sido solicitada por el gobierno de Costa Rica en 2016, y cuya resolución avaló el matrimonio igualitario en el país y el derecho al cambio de nombre y sexo registrales de las personas trans.
La resolución causó un enorme impacto mediático en el país, y una reacción casi unánime de grupos conservadores y religiosos, que dieron su apoyo al candidato del partido cristiano Restauración Nacional, Fabricio Alvarado. El pasado martes 23 de enero, el Semanario Universidad hizo pública una encuesta elaborada por el Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica (CIEP-UCR), la cual colocó a Fabricio Alvarado en el primer lugar, con un 17% de intención de voto entre las personas decididas a votar.
Tras la publicación de la encuesta, el precio de los bonos en dólares de Costa Rica se desplomó a mínimos no visto en los últimos ocho meses, y el panorama incierto y con figuras de dudosa capacidad liderando las intenciones de voto hizo que en días pasado la calificadora de riesgo Fitch revisara la nota de riesgo de inversión del país, pasándola de “estable” a “negativa”.
Vacío de liderazgo
¿Cómo se llegó a este punto?, ¿cómo el matrimonio igualitario y las convicciones moralistas y religiosas se colocaron en el centro del debate electoral, en un país que tiene que resolver problemas tan serios como un creciente déficit fiscal, un aumento sin precedentes de la criminalidad y la violencia, y graves rezagos en movilidad urbana e infraestructura?
“Hay un vacío de liderazgo político evidente que se refleja en las encuestas. Hay varios candidatos que tienen posibilidades de pasar a la segunda ronda, con lo cual no hay un liderazgo claro en ese sentido”, dijo Francisco Barahona, analista político costarricense, a Distintas Latitudes.
“Por otro lado, el tema ético, moral, que provocó el pronunciamiento de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, digamos que afectó y aceleró una identificación política e ideológica conservadora, a través de un candidato que no tenía [antes] ninguna posibilidad, pero que fue el más belicoso rechazando la posición de la Corte. Entonces, la gente que no le tenía simpatía se dejó llevar por un tema moral, religioso, y se inclinó por este candidato”, agregó.
En Costa Rica el actual partido de gobierno, el Partido Acción Ciudadana (PAC), llegó al poder en 2014 por primera vez, rompiendo con más de tres décadas de bipartidismo entre los tradicionales Partido Liberación Nacional (PLN, el más grande del país) y el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC). Sin embargo, por primera vez el PLN no aparece ni siquiera en un segundo lugar en una encuesta. El estudio del CIEP-UCR colocó al candidato del partido más grande de Costa Rica, en un tercer lugar, tras los candidatos Fabricio Alvarado y Juan Diego Castro, del minúsculo Partido Integración Nacional (PIN), otro outsider con discurso populista y punitivista, que tomó auge en este período electoral.
“Hay una decepción de la clase política, y de los partidos políticos tradicionales, que provocan una especie de desorientación del electorado. Si no existiera un día para ir a votar, esa indefinición difícilmente se resolvería. Es en el día de las elecciones cuando la gente va a tener que depositar el voto por alguien, a partir de una gran decepción de que no hay un liderazgo claro, de que ni siquiera el presidente de la esperanza, que era Luis Guillermo Solís, estuvo a la altura para gobernar de acuerdo a las posibilidades de cambio que prometió, entonces hay una gran decepción. Y eso explica esta sorpresa electoral medida por las encuestas”, explicó Barahona.
Espuma de cerveza
Con dos populistas conservadores en los primeros puestos de las elecciones, y la estrategia de los partidos tradicionales de radicalizar su discurso hacia el conservadurismo y moralismo para “robar” votos a quienes lideran las encuestas, el panorama se mantiene incierto, pero negativo desde una perspectiva de defensa de derechos humanos. Sin embargo, de acuerdo con Barahona, los números actuales demuestran que todavía no se sabe qué ocurrirá el próximo 4 de febrero, y considera que el fenómeno religioso de Fabricio Alvarado probablemente sea como una “espuma de cerveza”.
“Hay una cantidad grande, entre 27% y 30% de personas, según encuestas, que dicen que votarán, pero que todavía no saben por quién. Eso deja un vacío de decisión que orienta ese empate. Esa gente desempatará el día de las elecciones, pero no antes y las encuestas no lo van a poder medir”, dijo Barahona.
“Me da la impresión que lo que la encuesta del CIEP detecta es como cuando uno pone una cerveza en un vaso, que se crea una gran espuma, pero esa espuma rápidamente desaparece. Entonces, creo que ese fenómeno no es sustentable en la semana y media que nos queda para ir a elecciones”, agregó.
Lo único casi seguro, es que ningún candidato alcanzará el 40% necesario para ser elector presidente en una primera ronda, lo cual significará necesariamente que habrá una segunda vuelta, que se llevaría a cabo en abril. Este año el día de la segunda ronda sería, irónicamente, el Domingo de Resurrección.
“Los cinco candidatos que lideran la intención del voto, cualquiera de ellos podrían ser los dos que sigan a la segunda ronda”, opina Barahona.
Amenaza a la institucionalidad
Tras la resolución de la Corte IDH, el candidato Fabricio Alvarado ha prometido retirar a Costa Rica del Sistema Interamericano de Derechos Humanos (a pesar de que la Convención Americana de Derechos Humanos se firmó en San José y la sede de la Corte IDH también se encuentra en la capital costarricense) si el organismo insiste en “imponer” la supuesta “ideología de género” en el país.
Esta posiciones han despertado preocupaciones no solo en quienes defienden los derechos de la población LGBTI, sino también en otros sectores de la población, pues desacatar una resolución vinculante de la Corte IDH o incluso inmiscuirse en otros poderes de la República para que esta no se cumpla serían amenazas profundas y sin precedentes recientes para la institucionalidad costarricense, país que se precia de ser la “democracia más antigua de América Latina”. No obstante, Barahona considera poco probable que esto llegue a ocurrir.
“En primer lugar, no creo que ese candidato vaya a quedar electo finalmente presidente de la República. Entonces esa amenaza no se va a concretar. Y en segundo lugar, porque el peso de la institucionalidad democrática en Costa Rica sigue siendo muy fuerte. Eso no depende de lo que diga u ofrezca en campaña un candidato. Ni siquiera lo que diga un posible presidente de la República”, dijo Barahona.
“Esto (el cumplimiento efectivo de la opinión consultiva) depende de decisiones de la Sala Constitucional, esencialmente, y del Tribunal Supremo de Elecciones, que son los entes llamados a interpretar qué se hace con esta resolución de la Corte Interamericana. Y eso va a continuar así. En otras palabras, el Poder Ejecutivo, aunque ganara Fabricio Alvarado, no puede intervenir en esa dirección. No tiene jurídicamente esa potestad”, agregó.
Teniendo esto en cuenta, las candidaturas presidenciales que prometen no acatar o acatar a medias la resolución de la Corte IDH, no solo generan preocupaciones sobre el respeto a la institucionalidad, sino que realmente están mintiéndole a un electorado profundamente decepcionado.
Los votos del odio en el “país de la paz”
América Latina vive un momento político complejo. No solo en Costa Rica los grupos conservadores y la derecha están tomando fuerza, tras breves períodos de gobiernos y políticas progresistas. Sin embargo, no deja de sorprender la fuerza con que se han capitalizado intenciones de voto, motivadas por discursos de odio, en un país que se proyecta al exterior con un discurso de paz.
“Lo que sucedió es que mucha de esta gente, que no tenía un referente a seguir, con el tema externo de la decisión de la Corte, encontraron un objetivo y un candidato al cual apoyar”, agregó Barahona.
Sin embargo, en su opinión no es nada sorprendente que existan candidaturas que hayan capitalizado de esta forma los discursos del odio.
“El hecho de que buena parte del pueblo de Costa Rica funciona con prejuicios, y funciona con antivalores, como la intolerancia, eso es sabido desde hace mucho tiempo, independientemente del proceso electoral. Solo que en este caso se ha focalizado”, concluyó.
***
**
*