Imagen de portada: Ilustración de Juan José López Galindo. Cortesía Kaja Negra.
Casas Vacías cuenta la historia de dos mujeres que, a partir de la desaparición de un niño de tres años, tienen que aprender a sobrevivir en un mundo en el que la justicia, la solidaridad y el amor son conceptos difíciles de asimilar y experimentar. Distintas Latitudes dialogó con Brenda Navarro ━autora de la novela━ acerca de la concepción y llegada de su primera obra, editada y publicada por Kaja Negra: un proyecto periodístico digital que a través de este libro sobre desapariciones y la imposibilidad de hablar de lo privado, incursiona en el ámbito editorial.
¿Cómo has vivido la presentación de Casas Vacías?
Fue una bienvenida de regreso a casa muy generosa.
¿Qué sientes al escuchar los comentarios de quienes leyeron tu novela?
Siento un profundo respeto y cariño por cada una de las personas que se atreven a leer el libro, primero porque el tema no es fácil y segundo porque se dan el tiempo para leer en en épocas en las que hacer ocio es un lujo.
¿Estás a gusto con el resultado final?, ¿qué auto-crítica te harías?
La principal crítica que me haría a mí misma es mucho de oficio, de estilo, de resaltar más cada voz narrativa e, incluso, aunque parezca contradictorio, siento que debí tener más valor para indagar más en lo que les pasaba a los personajes. Pero para esto no acabaría nunca y en ese sentido debo decir que me siento muy satisfecha de que la historia ya no me pertenezca, que ya ande sola por el mundo: se ha independizado de mí y lo agradezco porque ya no tenía la fuerza emocional necesaria para seguir dentro de la vida de esos personajes.
¿Qué esperas de tu primera novela?, ¿qué cosas te gustaría que genere?
Me gustaría que la novela fuera el puente para poder aprender más, que me dijeran: “Mira a ti te gusta este tema, me encontré con tal texto, con tal persona, con tal situación”. Me gustaría que me cuenten: “A mí también me preocupa, ¿qué hacemos?, ¿cómo le hacemos?, ¿cómo detener todo esto que sucede en México”.
Brenda Navarro dirige el proyecto digital Enjambre Literario y estudia en el Máster de Estudios de Mujeres, Género y Ciudadanía por la Universidad de Barcelona, su primera novela habla del dolor que sienten las mujeres ante la desaparición de un hijo y de su propia vida. Casas Vacías es una obra que además cuestiona la maternidad, indaga sobre las desapariciones y profundiza sobre la desazón de vivir en México, a través de un relato incómodo, atrapante, carnal, cruel, aterrador y esperanzador como pocos textos.
¿Qué historias te incentivaron a escribir tu obra?
Parecería que no tiene relación porque en la novela hablo de un hecho que parecería ser desde la esfera privada, pero, mi principal motivación son los acontecimientos sociales y políticos que pasan en México. Hay alrededor de 35 mil desaparecidos y desaparecidas y muchas de estas personas, aunque la narrativa gubernamental y de medios de comunicación dice que se debe literalmente a ajuste de cuentas entre grupos del llamado crimen organizado, la realidad es que ahora mismo cualquier persona en cualquier circunstancia puede desaparecer, hay historias espeluznantes que muchos periodistas han y siguen documentando y noticias de niñas, adolescentes que salen de sus hogares y no las vuelven a ver. Entonces, si estamos viviendo en un país que está normalizando que “las desapariciones” suceden todo el tiempo, yo tenía la necesidad de hablar de esto.
Un reto difícil pienso, pero, ¿cómo lograste ponerte en la piel de cada uno de los personaje de Casas Vacías?
Apele a mi condición de mamá, preguntarme cómo me sentiría yo si un día despertara con una hija desaparecida, y luego también tuvo mucho que ver mi capacidad de poder observar sin cuestionar o interpelar a personas que, de alguna forma, me recordaban a los personajes para poder copiarles ciertos gestos, ademanes y diálogos, saber escuchar a los demás sin invalidarlos creo que es lo más importante a la hora de escribir
¿Qué sabor te dejó Casas Vacías?
Como escritora me dejó un sabor agradable porque creo que mi objetivo de transmitir mi inquietud sobre el dolor ante la vida se ha recibido adecuadamente en quienes me comparten sus impresiones sobre la novela. Y como lectora me deja un desazón. La reescritura me costó mucho trabajo porque eran procesos dolorosos de los personajes a los que yo me tenía que enfrentar y resolver desde el lenguaje y darle nombre al dolor, duele.
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