Migrar y resistir:

la lucha de las mujeres en la frontera mexicana por su derecho a la salud

Por: Astrid Rivera y Perla Miranda

“Agua de flores” es el significado del vocablo náhuatl Xochi Atl, del cual deriva Suchiate, nombre del río que marca la frontera sur entre México y Guatemala; a través de su caudal cruzan miles de migrantes con la esperanza de llegar a Estados Unidos.

La frontera sur de México ha sido por años parte de la travesía de centroamericanos y personas provenientes del Caribe, quienes buscan llegar a la Unión Americana; sin embargo, el incremento de la violencia y la desigualdad ha aumentado el número de personas que huyen de sus países y también ha cambiado el perfil de los flujos migratorios; cada vez más mujeres migran con sus familias.

¿Quiénes son las mujeres migrantes que transitan por la frontera sur de México? Los informes gubernamentales apenas hacen la distinción de sexo en las estadísticas; indicadores como el número de solicitudes de refugio o las personas devueltas a sus lugares de origen apenas esbozan la situación de las migrantes en suelo mexicano.

Aunque el discurso oficial del gobierno mexicano es de “brazos abiertos” con esta población, en el que toda persona en su territorio, sin importar su lugar de origen, tiene derecho a la salud, en la práctica esto no ocurre. Si la falta de precisión en los datos dificulta el seguimiento de los flujos migratorios, el panorama para las mujeres es aún más complejo, puesto que se desconocen las condiciones de las que llegan y de las que permanecen en territorio nacional. Cuando se habla de migración se piensa que se trata de un fenómeno homogéneo y pocas veces se repara en observar las particularidades y necesidades de quienes transitan por México en busca del  sueño americano.

El acceso de la población mexicana a la atención médica ha sido durante años uno de los grandes pendientes de los gobiernos, pero esta situación es aún más tortuosa para los  migrantes en México. La falta de infraestructura y de información respecto a dónde acudir en busca de este servicio, combinado a barreras como el idioma —en el caso de la población haitiana— o la falta de sensibilidad del personal de las unidades médicas con los migrantes, derivan en un ir y venir de trámites burocráticos para que puedan recibir servicios de salud. 

Para atender a la población migrante el gobierno de México y de Chiapas —el principal estado receptor y de tránsito de los migrantes en la frontera sur— ha dispuesto tan sólo diez unidades médicas en Tapachula (ciudad fronteriza con Guatemala). La autoridad sanitaria de esta región asegura tener personal suficiente para garantizar la atención a la salud de los migrantes; no obstante, la realidad dista mucho del discurso gubernamental.

Salud Migrante surge de la inquietud de darle rostro a las cifras migratorias de las mujeres que llegan a la frontera sur de México, las condiciones específicas a las que se enfrentan no sólo durante su periplo, sino una vez que llegan al país, pero, sobre todo, de visibilizar los obstáculos que sortean para acceder a los servicios de salud.

La perla del Soconusco: destino migrante

de los 70 mil 609 solicitantes de asilo en México en 2019 eran mujeres y 13% niñas o adolescentes, la mayoría procedentes de Honduras, El Salvador, Venezuela y Cuba.
de los 17 mil 202 solicitantes de refugio en México entre enero y marzo de 2020 son mujeres.

Chiapas, localizado al sur del territorio mexicano, limita al oeste con Guatemala. La colindancia entre ambos países hace de esta entidad una parada de la ruta migratoria, siendo Tapachula su principal ciudad fronteriza.

Por décadas, la también llamada Perla del Soconusco ha recibido a migrantes que permanecían de manera temporal por empleos agrícolas o mientras conseguían dinero para continuar su travesía; situación que ha cambiado. El endurecimiento de la política migratoria de Estados Unidos que impide el paso de esta población a su territorio, aunado al largo proceso para obtener los documentos que les permitan avanzar por el país, alargan la estadía de la población migrante en Tapachula. 

En 2020 de las 41 mil 329 personas que solicitaron refugio, 26 mil 403 realizaron el trámite en Chiapas, convirtiéndola en la entidad con mayor número de solicitudes, de las cuales el 80% se realizaron en Tapachula, según la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR). Por si fuera poco, este organismo enfrenta un rezago de 34 mil 284 expedientes, lo cual afecta a 53 mil 479 migrantes, reconoció esta instancia en enero de 2021.

La COMAR alerta que el número de solicitudes de refugio continuará en aumento, al estimar que al cierre de 2021 podrían llegar a las 80 mil, sólo en el primer trimestre de este año se han registrado 22 mil 606. Las secuelas económicas por la covid-19 y la llegada del demócrata Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos, son algunos de los factores que motivarán el incremento de la migración.

Al solicitar la protección como refugiado ante la COMAR, el migrante tiene derecho a no ser deportado a su país; dicho organismo expide una constancia de inicio de procedimiento, con este documento se puede acudir al Instituto Nacional de Migración (INM) para tramitar una tarjeta de visitante por razones humanitarias, con la cual puede trabajar en lo que se determina si se le otorga el refugio.

Ubicada en la costa chiapaneca, Tapachula es una ciudad de matices que expresa su diversidad desde la arquitectura, la cual combina, en el corazón de la urbe, el estilo neoclásico del Templo de San Agustín, con su fachada blanca y sus discretos campanarios; con los elementos Art Decó presentes en los balcones de hierro y las columnas de la casona que alberga la sede municipal.

La pluralidad de esa ciudad no sólo radica en sus rasgos arquitectónicos. Su población de más de 353 mil habitantes convive con centroamericanos, cubanos, haitianos e incluso africanos.

Contabilizar a los migrantes que viven en Tapachula es difícil, debido a la itinerancia de este sector, pues no cuentan con domicilio fijo; muchos se resguardan en albergues instalados por las organizaciones civiles y la Iglesia.

Luis García Villagrán, coordinador del Centro de Dignificación Humana, estima que la población migrante en Tapachula a la espera de documentos migratorios es de 55 mil.

“La opacidad es un factor en el cual la omisión por parte del Estado mexicano es vital, al no haber cifras, al no tener un número exacto de las personas en estado de movilidad conlleva a que sea un caos para la verdadera atención de los migrantes. La constitución de México dice que toda persona que esté en territorio nacional ya tiene los mismos derechos que los mexicanos, pero los migrantes no tienen derecho a nada aquí en la frontera sur. No tienen trabajo, derecho a educación, salud, no tienen derecho absolutamente a nada”, destaca.

Los que logran conseguir más dinero, alquilan un espacio en los cuartos que los moteles han habilitado, por un promedio de mil 500 pesos al mes —equivalente a 75 dólares—. Una sola habitación, de no más de seis metros cuadrados, puede albergar hasta seis  migrantes.

Basta echar un vistazo al Parque Miguel Hidalgo, principal punto de reunión de Tapachula, para dar cuenta del mosaico de nacionalidades que ahí se conjuntan.. Haitianas ofertando trenzas, mientras que sus compatriotas varones venden aguas y limones; guatemaltecas sentadas a la espera de amas de casa que contraten sus servicios como trabajadoras del hogar; hondureñas cargando en brazos cajones de dulces que ofrecen al recorrer las avenidas principales; salvadoreños en puestos de comida vendiendo “pupusas” —platillo típico de ese país que es una tortilla de masa gruesa rellena con guisados—; cubanos atendiendo peluquerías.

En esta ciudad la actividad comienza desde el amanecer, cuando los rayos del sol golpean lo que encuentra a su paso. Los locatarios levantan las cortinas de sus negocios, lavan las banquetas y poco a poco la plaza principal se llena. Al ocultarse el sol, termina el barullo, como si hubiera una suerte de toque de queda, las calles lucen desiertas, apenas se observan unas cuantas personas.

Cuando cae la noche inicia la otra cara de la actividad en Tapachula: la del trabajo sexual, en la que migrantes se emplean para sobrevivir y costear sus gastos básicos. Si bien de día también se ejerce este trabajo, los tacones altos y la ropa ceñida se hacen más evidentes por la noche, al adueñarse de las vialidades.

Es en esta urbe donde los migrantes se asientan a la espera de obtener la condición de refugiado, trámite que puede tardar hasta 45 días —según la Ley sobre Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político—; o bien, para conseguir dinero que les permita avanzar hacia su sueño de cruzar al “otro lado”.

Fuente COMAR Estadísticas al cierre de 2020. Las cifras de solicitantes de refugio no están desglosadas por género. Cualquier migrante que tenga temor de regresar a su país puede solicitar la condición de refugiado ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR)

“Feminización” de los flujos migratorios

A decir de Beatriz Zepeda, investigadora del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México, en los últimos años aumentó la presencia de mujeres en los flujos migratorios, las cuales en un inicio viajaban solas y después regresaban por sus hijos; no obstante, frente a las amenazas de grupos criminales migran con sus familias.

“Si ha habido cada vez más una feminización de la migración, incluso antes de la ola de violencia. Primero eran jóvenes hombres que se insertaban en el mercado laboral agrícola, o en el de la construcción; poco a poco se vio como iba aumentando el número de mujeres, de entre 20 y 30 años, que probablemente dejaban a sus hijos, se iban a laborar al sector del trabajo doméstico. Lo que estamos viendo es que ya no está llegando nuestro perfil típico de mujer joven, sino que ya son familias enteras”.

En 2020 de los 87 mil 260 migrantes que fueron presentados ante las autoridades migratorias, el 19.2% fueron mujeres, mientras que el 80% hombres; ambos mayores de 18 años, según datos del Instituto Nacional de Migración (INM).

Para Martha Rojas, investigadora del Departamento Sociedad y Cultura de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), desde 2014 cada vez se observan más mujeres que migran en compañía de su familia, lo cual se ha vuelto más visible con las caravanas, que iniciaron en 2018. Tan sólo en los primeros seis meses del 2020, la COMAR registró 8 mil 53 mujeres que solicitaron refugio en México.

“Ha cambiado el perfil de los migrantes, encontramos que migran más mujeres en grupos familiares y hombres solos. Con las caravanas eso cambió un poco, migra la familia completa, pero esta tendencia se había observado en los últimos años, desde 2014. Se comenzó a tener una mayor presencia de las mujeres. Una parte importante de la migración se debe a la violencia en los países centroamericanos, la que genera el crimen organizado,  las pandillas, las maras, que ponen un ultimátum. Por eso  han migrado mujeres con sus niños y niñas”.

 

Nuestras historias

Esta serie de reportajes recopila los testimonios de mujeres de diferentes nacionalidades que se vieron envueltas en un peregrinar para obtener atención médica, ya sea porque están embarazadas, sufrieron un accidente, buscan acceder a métodos anticonceptivos o a pruebas para diagnosticar Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS).  

El primero de esta serie de reportajes inicia con la historia de Bertha y Mirna, dos mujeres hondureñas que llevan poco más de dos años en Tapachula, Chiapas, a la espera de ganar dinero suficiente para continuar con la travesía que tiene por destino final Estados Unidos. Durante su estancia en esta ciudad fronteriza, además de enfrentar las dificultades para conseguir ingresos que les permitan tener un techo y lo básico para subsistir, se toparon con el maltrato del personal médico, además de la dificultad de costear sus medicamentos.

En la segunda entrega, Joana y Linda comparten su experiencia al llegar a esta ciudad chiapaneca a inicios de 2019; partieron desde su natal Haití hace ya casi un lustro y durante su constante movimiento han vivido en Brasil, Chile, hasta subir poco a poco a Centroamérica para arribar a territorio mexicano. Con un embarazo a cuestas, ambas permanecen en Tapachula hasta que sus hijos nazcan para poder continuar el camino.

La espiral burocrática que sortearon Angélica y Kenia para que su parto fuera atendido en los hospitales de Tapachula es el tercer reportaje de esta serie. Ambas narran la ardua tarea de encontrar servicios de salud, pues el personal de las unidades médicas les pedía como requisito para ser atendidas mostrar la documentación de los trámites migratorios que habían realizado.

Esta serie de reportajes cierra con la historia de Araceli, una mujer de Guatemala que huyó, junto con sus dos hijos, de la violencia que sufría a manos de su esposo. Llegó a esta ciudad fronteriza en 2019, y ante la falta de empleo se inició en el trabajo sexual; el estigma sobre esta actividad, así como el miedo a ser deportada hace difícil acudir a un centro de salud para obtener métodos anticonceptivos y consultas para monitorear su salud.

Consideramos fundamental contar este tipo de historias para visibilizar esta problemática, a fin de exigir que el acceso a los servicios de salud para toda la población, sin importar su origen, se cumpla y no sólo sea un discurso.

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Este informe fue apoyado por la International Women’s Media Foundation como parte de su Iniciativa de Reportes Adelante para América Latina.

CRÉDITOS

INVESTIGACIÓN Y REPORTAJES


Astrid Rivera
Periodista con más de seis años de experiencia en sectores como derechos humanos, medio ambiente, salud y desarrollo social. Egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) comenzó su trayectoria profesional en el periódico EL UNIVERSAL, donde tuvo la oportunidad de desarrollar investigaciones periodísticas y coberturas de hechos coyunturales como procesos electorales, así como eventos internacionales. Desde 2020 es periodista independiente y becaria de la International Women’s Media Foundation (IWMF) en los programas “Adelante” y “Reproductive Health, Rights, and Justice grants”, para el desarrollo de investigaciones periodísticas sobre mujeres migrantes y la criminalización del aborto en el Estado de México.

Perla Miranda
Es una periodista mexicana, especializada en temas de salud, derechos humanos, desarrollo social y género. Egresó de la Facultad de Estudios Superiores Aragón (UNAM) en 2011 y ese año inició su trabajo periodístico como fotoreportera en la agencia de fotografía MicPhotoPress. En 2013 se incorporó al equipo de EL UNIVERSAL, en el Centro de Investigación Documentación y Análisis (CIDAU) como investigadora y en septiembre de 2016 comenzó su trayectoria como reportera. En 2019 se convirtió en becaria de la Fundación Gabo y Tinker Foundation para realizar un reportaje enfocado en periodismo de soluciones y en 2020 de la International Women’s Media Foundation en los programas “Adelante” y la “Iniciativa de Salud Reproductiva, Derechos y Justicia”.

EDICIÓN Y MONTAJE

Ketzalli Rosas
Javier Roque

DISEÑO

Alma Ríos
Rocío Rojas