Una mujer de estatura media y con una mirada imponente, que se esconde tras sus lentes, aparece en un parque de Bogotá. Con firmeza, me explica el panorama de los huérfanos por feminicidios, un tema al que llegó por sus estudios en violencia de género. Adriana Cely no sabía mucho del asunto. Desde 2012, luego del feminicidio de su hermana Rosa Elvira, de 35 años, le tocó volverse experta.
Rosa Elvira, madre de Juliana, de 12 años, era trabajadora informal y estaba terminando el colegio para cumplir su sueño de ser psicóloga. Una investigación encontró que Javier Velasco, su asesino, fue denunciado por abusar sexualmente de sus hijas y condenado por matar a otra mujer. Adriana se propuso visibilizar las violencias contra mujeres y tipificar el delito de feminicidio. En 2015, se sancionó la Ley Rosa Elvira Cely.
Con la fuerza que la caracteriza, cada 24 de mayo, llega junto a Juliana al Parque Nacional, donde ocurrió el crimen de su hermana. Con un pañuelo morado en su cuello, repite una y otra vez “ni una más”. Para Juliana, Adriana es su heroína y para miles de mujeres es un faro en medio de una oscuridad llamada violencia de género.