Fotografía: Gianina Melendez/Manos a la Olla

En los últimos meses, Aurora Ayala pasó de preocuparse por el cuidado de sus hijos a pensar en lo que comerían sus vecinos del asentamiento Buena Vista, en el limeño distrito de Villa María del Triunfo. 

“Aunque éramos pobres, podíamos comer”, cuenta. Pero esto cambió cuando la pandemia obligó a que todos se quedaran en casa. El dinero de cada familia se acabó por el desempleo y la escasa ayuda gubernamental. Y, ante el hambre, la solidaridad fue la alternativa que encontraron Aurora y otras madres para enfrentar los días sin alimento. Formaron una olla común que produce unos 200 platos al día.

Aurora, cuyo acento hace recordar su quechua natal, habla con especial afecto de sus “hermanas”, aquellas madres de su comunidad con las que inició esta aventura de alimentar a decenas de personas con lo poco que tenía cada familia en casa. 

“Ahora estoy dedicada totalmente a esto, veo qué falta, qué vamos a cocinar”, relata. Ahora que esas casas que limpiaba los fines de semana ya no la reciben, su mayor sueño es que su barrio tenga su propio comedor popular. Quiere que sus vecinos puedan acudir allí si no tienen algo que comer.