Clara Isabel Alegría se cambió el nombre a los cinco años. El día que el filósofo mexicano José Vasconcelos visitó su casa y le dijo que su nombre era muy serio, más apropiado para “una abadesa” que para “la poeta” que iba a ser. La niña decretó: “Me llamo Claribel Alegría”. Pasaron 87 años de amor, desgracias, reinvención, premios, y, sobre todo, versos. “La poesía es mi pasión”, dice esta poeta, una de las más importantes de Nicaragua.
Apura el trago de ron y recuerda que cuando su esposo ‘Bud’ murió, la risotada cesó. Era el amor de su vida. Claribel quiso suicidarse. Por el dolor que les dejaría a sus hijos no lo hizo. Tomó el Orient Express e hizo el viaje que soñó con ‘Bud’ y su amigo Julio Cortázar. Iba sola.
Desde entonces, Claribel le canta al amor y la vida sin importar las caídas. Cuando el doctor le dijo que no podía viajar, al siguiente día voló a la Patagonia. Cuando se cayó y tuvo una fractura en la columna, y el médico le informó a su hijo que era “el principio del fin”, ella se echó a reír. “Ese médico está equivocado, me dije, y me puse a dormir profundamente”, recuerda.
A punto de cumplir 93 años, Su Majestad sigue aquí, compartiendo. Ya no escribe prólogos, ni ensayos, ni traduce, solo hace versos. “El amor nos mantiene vivos”, dice.