emerio medina
Fotografía: Reynaldo Aguilera

Emerio Medina apareció de una forma inesperada en el concierto de la literatura cubana. A principios de los años 2000, escribió sus primeros libros, a mano: “Sin orientación, sin confort; lejos de La Habana, lejos de Holguín. Hice una apuesta a ciegas”, confiesa.

¿Qué lo llevó a tomar esa decisión? Aún es un misterio que evade o alimenta diciendo que la culpa es de Juan Rulfo. “Nos encontramos en el puente de Chavaleta y el mexicano me increpó: ‘Si no escribía, me volvería loco’”, fabula con una mueca de resignación.

En poco menos de quince años, Emerio ha publicado dieciocho libros. Tres de los cuales merecieron los premios más importantes que se concede a un narrador en Cuba: Julio Cortázar (2009), Casa de las Américas (2010) y Alejo Carpentier (2016), por Los días del juego,La bota sobre el toro muerto yLa línea en la mitad del vaso, respectivamente.

Sin querer engendró el mito del que no está conforme. Es imposible llegar hasta él sin verle con fascinación, como un Tarzán de las letras. Su físico y su forma de hablar reproducen el modo de los guajiros orientales, pero no se considera como tal. Renuncia a toda marca.