Fotografía de Paola Simbaña Ramos

Cuando Estercilia Simanca –del clan Pushaina– era pequeña, creía que todos los wayuu habían nacido el 31 de diciembre. A ella, que era de las pocas que sabía leer en el resguardo Caicemapa, al sur del departamento de La Guajira, le gustaba examinar los documentos de identidad de los mayores.

Vivía preocupada porque había nacido un 10 de diciembre y pensaba que como era hija de un arijuna (un hombre blanco) con una mujer wayuu, había nacido 21 días antes que el resto. Pero cuando se hizo abogada entendió que aparte del mismo día de nacimiento, tenían nombres ridículos como Baloncita, Raspahierro, o Putita.

Un grupo de políticos había identificado en la comunidad wayuu un territorio indocumentado y lleno de potenciales votantes. Entonces, se asignaron brigadas de registro para cedular a cientos, con nombres y nacimiento aleatorios.

A través de su lucha, Estercilia logró que en 2014 se hiciera obligatorio que las autoridades wayuus se hicieran cargo de los registros y que los ya registrados pudieran cambiar sus nombres. 

Ella no se considera activista, sino preocupada, y cree que por ser abogada tiene una obligación: luchar por un mejor futuro para su gente.