Florencia no dice algunas cosas. Por ejemplo su apellido, porque no le gusta. Antes tampoco decía su profesión. Asumirla fue una cuestión política: romper con el estigma. Florencia es “María Riot”, actriz porno, prostituta y feminista.
Se inició a los 21 años frente a webcams y a los 22 puso un aviso en internet que la contactó con clientes de carne y hueso. Los billetes que juntó intercambiando sexo en hoteles le pagaron un pasaje a España, donde ahora vive la mitad del tiempo. Allá existe el porno que a ella le gusta: ético y feminista. Distinto al mainstream, promueve igualdad y diversidad. “Hice porno con chicas, con chicos, tríos y de a cuatro. Como en mi vida personal, puedo tener sexo más allá del género”, dice Florencia. “Todavía no hice con trans, pero está en mis planes”.
Aunque Florencia tuvo una banda punk, no le importa decir que le gusta Justin Bieber y que su gata se llama Katy, por Katy Perry. Cuando la adoptó de la calle medio moribunda sintió tanta empatía que se involucró en la lucha de derechos animales. Ahora es activista en Animal Libre y espera una visa para ir a la Universidad de Cornell a tomar un curso de biotecnología, en Estados Unidos.
“Siempre me sentí cercana a tener un discurso”, dice, la sonrisa enorme, los ojos verde melanco.