José Mora es de voz suave y ojos redondos y expresivos. Es parco, responde preguntas en dos frases. Habla poco, hasta que un cliente entra a la tienda donde trabaja. Ahí aparece el otro José, el que conoce los nombres y necesidades de los clientes y recita precios de memoria. Cuando emigró de Venezuela y se quedó varado en Colombia, no pensó que se convertiría en tendero, menos en cuarentena.
José trabaja en una de las 16 mil tiendas de barrio de Medellín, que se hicieron esenciales entre abril y agosto, cuando se limitaron las compras en supermercados para evitar aglomeraciones. Empezó siendo domiciliario, y ahora es empleado de confianza.
De adolescente no imaginaba que dejaría tan lejos su casa. Su vida transcurría entre la deliciosa comida de su mamá y el cuidado de su padre en silla de ruedas —que murió cuando él tenía 23—. Ese año, 2018, él mismo se convirtió en padre y decidió partir.
Ahora, al regresar a casa, lo esperan su esposa y su hija de dos años. Son su motivación, lo dice sin titubear. Y aunque su espalda parece tener más años que él, siempre tiene energía para empujar el triciclo de Isabella.