Suelta su pelo, cruza las piernas, retoca su labial rojizo. Frente a la cámara se diluyen los recuerdos de la cárcel; olvida el terror con el que se levanta en las madrugadas, el miedo a ser nuevamente detenida.
Kysha López, estilista, 29 años, estuvo encarcelada diez meses, presa política del gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua. Estuvo recluida en una cárcel de hombres, siendo una mujer transgénero.
Los policías y paraestatales que la apresaron le confiscaron 38 mil dólares que tenía ahorrados. La Fiscalía de Nicaragua la acusó de financiar el terrorismo y una jueza la condenó a 40 años de prisión, sin tener pruebas concluyentes. Era un juicio político.
Recuerda que en una de las audiencias se abrumó tanto al escuchar las acusaciones falsas, que sintió que la sala judicial era escenario donde ella era un personaje de ficción.
“Entonces yo me emocionaba, yo modelaba en las cámaras, como una actriz, porque nunca me imaginé tener esa fama de peligrosa”, recuerda. Su imaginación era su mecanismo de protección. Era una forma efectiva para no pensar en el sufrimiento de su hija de 11 años, de su madre y su hermana. Hoy sonríe porque está libre.