Lili
Fotografía de Carmen Victoria Inojosa

Desde hace 13 años Lili no viste camisa, pantalón de gabardina ni zapatos de patente. La última vez que lo hizo salía de juzgado décimo de Bogotá, luego de introducir 8 demandas de víctimas del paramilitarismo colombiano. 

Ese día a Lili la amenazaron. Le dijeron te vas. “Les quedé debiendo la vida, porque ellos matan y ya”, cuenta. Esa noche se puso en camino para cruzar hacia Venezuela. Empacó un par de jeans, franelas y zapatos de goma. En Colombia quedó su closet; también su vida. 

“Mi profesión es abogado, pero eso es allá. Aquí en Caracas hago jugos”, dice. Lili usa un trapo para recogerse el cabello y lo ajusta con una gorra. En su cintura, un delantal. Frente a ella tres licuadoras no paran de sonar. “Esto es un disfraz. Por eso digo que mi vida se quedó allá”. 

Lili no ha contado a nadie quién es. Pero en las noches se imagina con su camisa a rayas siendo magistrada de la Corte Suprema de Justicia en Colombia. Ella quiso serlo. “Soy una mujer luchadora que prepara los batidos más sabrosos del Centro de Caracas”, dice.