No pasan más de dos semanas sin que Lito reacomode los muebles de su peluquería. Mueve estantes, plantas y espejos. Así, desde hace 40 años. Es una persona sordomuda; se comunica con su pueblo a través de un lenguaje propio, único. Conoce la genealogía de las familias de Villa Juan Aldama (su comunidad al sur de México) y también los cortes favoritos de sus clientes.
Hoy tiene el cabello recién pintado, los labios delineados. Me cuenta que en contra de las expectativas de su padre, se convirtió en el primer peluquero del pueblo. Y pese a la homofobia de la región, se vistió con “zapatos femeninos” y expresó abiertamente su homosexualidad desde que era un niño.
“Admiro a mi tío Lito. Me gustaría que tuviera más respaldo”, comenta Lin, sobrina e intérprete del idiolecto de su tío. Las políticas educativas integrales para aprender la Lengua de Señas Mexicana son casi inexistentes. “Imagínate cómo ha logrado parar esta casa y su negocio sin ayuda”.
Eso es exactamente lo que Lito ha hecho. Aplanar el monte y construir con sus propias manos, y sobre suelo fangoso, su casa, su peluquería, y algo todavía más grande: una vida propia.