Lolita Chávez apenas pasa el metro cincuenta. Tiene piel morena, ojos vivaces, sonrisa candorosa y pura sangre maya. Nació en Guatemala y es la lideresa de los pueblos K’iche por la defensa de la vida y el territorio. Es, además, feminista, profesora y madre de Karen y Fernando.
“Yo mamé la rebeldía y mamé la revolución”, dice mientras suelta una carcajada en un bar de El Raval, corazón de Barcelona. En algunos recuerdos están sus padres, en especial su madre: “Era muy revolucionaria, recuerdo sus canciones, su lucha y cómo siempre se vestía”. También evoca situaciones de violencia contra su cuerpo, escenas que marcarían profundamente su vida y la harían convertirse en una defensora con un espíritu salvaje.
Lo más “amargo” de todo, piensa Lolita, es que quienes han querido asesinarla (empresas, políticos, sicarios con nombre propio), no han podido. Con su voz pausada y libre, repite una y otra vez: “No estoy fuera por criminal, estoy fuera por defender la vida, y matarme no será nada fácil. Yo y mi pueblo tenemos fuerzas dónde no se imaginan”.
A Lolita no han podido detenerla. Hoy su voz suena más que nunca.