Fotografía: Iván Ernesto Reyes

Se llama Luis Ramírez. Es moreno, corpulento, sin cabello. Le dicen “El Chino”, quizá porque sus ojos pequeños se achican aún más cuando sonríe. Vive en Caracas y es mototaxista desde hace 12 años. Conoce cada palmo de la ciudad. A diario, ofrece servicios de transporte para que las personas puedan llegar rápido a su destino. El oficio de mototaxista cobró importancia en Venezuela en los últimos diez años debido a lo económico del vehículo.

“El Chino” vio cómo todo lo que conocía cambió abruptamente en marzo. Las calles se quedaron solas. La razón: el nuevo coronavirus. Luis sintió miedo, pero no podía hacer cuarentena porque el pan lo gana a diario llevando comida, medicinas y trasladando a personas con su motocicleta roja.

“El Chino” recuerda uno de los días cuando manejó más rápido: una persona le pidió con urgencia comprar una medicina. La persona estaba teniendo un ataque de asma y le costaba respirar. Luis surcó velozmente las calles oscuras de una solitaria Caracas y llegó a tiempo. Dejó el medicamento y, unos minutos después, recibió “gracias” en un mensaje de texto. Mientras iba hacia su casa, recuerda haber sonreído satisfecho por haber ayudado a alguien que lo necesitaba.