Es una mujer garífuna y es como si la fuerza, la alegría y la rabia se juntaran con esmero. Cuando ella llega a un lugar se nota, su paso es fuerte y su voz ronca es canal para sus ideas transgresoras, feministas, interculturales. Mirian Miranda se pasa la vida recorriendo la costa norte de Honduras, por la orilla donde por 218 años ha vivido su pueblo. Al vivir en zonas de playa, de las más ricas en Centroamérica, los garífunas son amenazados: grandes cadenas quieren poner allí mega hoteles, que lleguen los cruceros y construir ciudades modelo para que vengan los extranjeros a esclavizar y transformar las comunidades en suites de lujo.

Si hay alguien que ha impedido esto por años es Mirian.

Esto le ha costado múltiples amenazas, un secuestro por parte de narcotraficantes y el dolor de perder hermanos, hermanas del pueblo garífuna y amigas de lucha como Berta Cáceres.

A Mirian la cuida su pueblo, con una idea de seguridad que muchos no entendemos. La seguridad rastafari. Así Mirian defiende la vida desde su mirada de mujer, de garífuna, de hondureña; desde el baile, la alegría y la fuerza ancestral de Barauda, la primera guerrera garífuna. “Defendemos el territorio porque el garífuna no tiene razón de ser sin su territorio”, dice ella.