Fotografía: Betty Zambrano

“Aquí le traigo el rojo de Duque, el verde de Maduro, el blanco de Petro. A mil, tapabocas a mil, de niños y adultos”. 

Quería ser médico y sentirse orgulloso cuando sus pacientes le dijeran “Doctor Orlando José Ramos”, pero ahora se conforma con que lo llamen “el de a mil”.

Tiene 50 años, es alto y todo el tiempo tiene la piel fulgurante. Dice que durante los 22 años que trabajó en Bogotá como vigilante y mensajero jamás usó abrigos.

Mientras habla, pone sus manos sobre la cabeza, cruza las piernas y se escora en la mecedora. “La gente no estaba preparada para el virus y yo no imaginé vender tapabocas hechos por mis manos”.

Orlando fue el primer vendedor de tapabocas en María La Baja. Empezó cuando todavía no se había presentado ningún contagio por covid–19. Diariamente vende hasta 100, todos lavables y cocidos en una máquina de tapizar muebles. “Cuando yo no salía a vender, los venían a comprar a mi casa con urgencia, porque en las droguerías ya se habían agotado”.

Se escucha en las calles polvorientas la voz de un hombre que grita, que vende tapabocas para ganarse la vida y para proteger a otrxs.