Osiris Isabel bailaba en la barra, hacía estriptis y vendía su cuerpo. Tenía sexo con hombres de recursos económicos, estratos cinco y seis; personas con dinero y que le gustaban. Su madre fue prostituta. Ella también.
Comenzó a sus 17 años cuando era soltera y criaba a su primer hijo. “Tenía que ser una guerrera, trabajar para mí y por él”. Se acostaba por 20 ó 30 mil pesos colombianos (menos de 10 dólares). Se ponía un precio, pero reconoce que no sabía cuánto valía como ser humano.
Ser prostituta en su país es como cualquier profesión; no es ilegal ni está penalizado. Pero, Osiris Isabel no quiere más. La joven de cabello lacio y color azabache, ya se cansó. Durante su trabajo en un club nocturno en Bogotá decidió transformar su vida. “Le pido perdón a Dios”.
La costeña, natural del municipio de Sincelejo Sucre, con lágrimas en su rostro comparte sus nuevos sueños: ser policía y psicóloga, enamorarse y casarse, vivir en otro lugar y crear su propia iglesia. “Un nuevo presente y un nuevo futuro”. Se marcha de la capital para cuidar a Dani Andrés de cinco años y a Dariana Isabel de un año.