Fotografía: Javier Valdez para revista Pausa, diario Última Hora

Francisco de Paula Oliva se sienta en un sofá bordó y mira el cielo. Está en el patio de Solidario Rape, el Centro de Formación Integral de la Asociación Mil Solidarios que él fundó en el Bañado Sur, uno de los barrios más humildes de Asunción. “La pandemia la fabricamos nosotros con nuestro egoísmo”, tuitea en agosto desde su ordenador.

El sacerdote jesuita cumplió 92 años en octubre pasado. Nació en Sevilla, primero, y en Paraguay, después. Pero no fue sino hasta el 2 de abril de 1964 que se convirtió en el Pa’i Oliva (sacerdote, en guaraní). La historiadora Margarita Durán Estragó recuerda que el primer domingo de cuarentena pidió por la salud de los ancianos y habilitó su línea privada para conversar con cualquiera que se sintiera solo.

Desde su programa Río de palabras, en la radio Fe y Alegría, su voz se escurre y cae como finas gotas que horadan las piedras. Apoyado en su bastón, se acercó todos los días al estudio para exigir agua corriente para los bañadenses. Ahora, en la cama de Taita Róga, un hogar para adultos mayores, Oliva permanece activo en las redes haciendo suyas las luchas campesina, estudiantil, obrera e indígena.