Paulo Lima cruza São Paulo sobre una moto, con una mochila pesada de comida y el estómago vacío. Es un tipo de pocas palabras, aunque sabe usarlas como nadie. De piel morena, rizos revueltos y labios gruesos, trabaja como repartidor de aplicaciones de delivery y, desde el inicio de la pandemia en Brasil, se convirtió en activista por los derechos de sus compañeros.
Inspirado por Malcolm X, Martin Luther King y Gandhi, Paulo lidera protestas contra gigantes tecnológicos que apenas pagan dos dólares por entrega. “No nos dan mascarillas o gel hidroalcohólico. Tampoco recibimos comida, aunque la jornada sea de hasta 12 horas. Es un ejemplo de cómo la uberización del trabajo suprime derechos”.
“Soy una especie de político de las calles”, cuenta desde la casa humilde que comparte con su familia más cercana en la periferia de la ciudad.
Después de dos huelgas nacionales de repartidores, algunas empresas crearon un fondo para ayudar a los trabajadores con covid-19 durante 15 días, pero siguen sin ofrecerles comidas. Fiel a la “escuela política del rap”, Paulo lidera a sus compañeros con el puño cerrado y un solo grito: ¡Hambre!