Treinta y nueve años lleva Pupy mirando al cielo gris de Lima, desde que el otrora joven del Vedado (La Habana) saliera de Cuba. El gobierno cubano le llamó escoria en 1980. Ellos (los escoria) prefirieron nombrarse resistencia.
Pupy, negro, 80 años, nieto de negros libres y bisnieto de esclavos, habla como quien viene de regreso de todo.
Desde la mañana del 3 de junio de 1980 no ha vuelto a su barrio habanero ni ha visto a la esposa que dejó con cuatro hijos. Pupy, en realidad Ángel González, llegó a Perú luego de tres meses de hambre, sueño, necesidades insatisfechas. “Éramos la resistencia, los últimos que salimos de La Habana, de 10 800”.
En el desierto limeño fue albañil, chofer de guaguas, empleado de ricos. La resistencia de la resistencia.
En su teléfono el tono de llamadas es el himno cubano; el fondo de pantalla, la bandera. Y en su altar solo una virgen: la Caridad del Cobre, Patrona de todos los cubanos.
Pupy mira al cielo y dice: “Para qué voy a ir a Cuba a estas alturas, con 500 dólares”.
—Yo me voy a morir aquí.