Rogério do Livramento es otro jugador de fútbol que no pudo ser. De chico un accidente lo dejó en silla de ruedas, desclasificado para siempre de la carrera imaginaria que todo brasileño disputa para llegar a ser astro. Cuando se recuperó, ya era tarde. Estudió mecánica, pero acabó encargándose del negocio del padre: la carnicería del Mercado Público Municipal de Florianópolis.
En el Mercado, los puestos de pescado se intercalan con los de fruta, carne, fiambres, galletitas. Atrás del mostrador, sobre una mesa en la que se reparten cuchillos, delantales y una radio, Rogério atesora un libro de fotos. La carnicería es uno de los puestos más antiguos, dice, y va pasando las hojas. Que era una belleza. Que el mar llegaba hasta ahí mismo, como en Venecia. Que los barcos se acercaban a ofrecer pescado fresco. Que nunca vio cosa más linda. “Ahora están destruyendo todo, con la excusa del progreso. ‘Modernización’, dicen. Pero yo pienso que la modernización no se puede hacer destruyendo todo lo que existe”.
Rogério nunca salió de Florianópolis pero tampoco le importa. Tiene esperanza de otras cosas: de encontrar una buena mujer, de casarse, de tener hijos. Mientras tanto, ofrece su teléfono para salir a pasear.