Ronnie Nader tiene las credenciales de cosmonauta, que no de astronauta, porque se preparó en Rusia, en el Centro de Entrenamiento Yuri Gagarin de Moscú, donde todavía se guardan algunas formas de la Guerra Fría. Su preparación tomó 16 meses, repartidos en cuatro años. Se graduó hace casi diez.
A su vuelta a Ecuador fundó la Agencia Espacial Civil Ecuatoriana y se puso a trabajar mirando al espacio. Hizo varios vuelos de simulación de gravedad cero (metió a su hijo de siete años en uno y arrebató a la NASA el récord de la persona más joven en experimentar gravedad cero) y en 2011 puso en órbita su primer satélite, el Pegaso.
“Nuestra misión no es en este planeta”, suele decir. Reconocido como embajador de la Federación Internacional de Astronáutica, Nader sigue soñando y creando como aquel niño que inventaba artefactos para llegar a las estrellas y que leía una y otra vez el libro Fundamentos de Física Atómica, de José Leite Lopes. Su meta sigue siendo esa: el espacio exterior. Ahora está en tratos con la empresa Blue Origin para hacer su primer vuelo suborbital.
“Un día, no muy lejos, tocaremos el cielo en nombre de Ecuador”, pone convencido al final de las presentaciones que hace en Power Point.