Antes de ser el personaje más conocido del Mercado de las Pulgas y un artista que vende singulares sombreros de estilo kitsch y obras eclécticas a más de diez mil pesos, a Tony Valiente le decían simplemente Antonio.
Pasó por varias profesiones hasta descubrir qué era lo que realmente lo apasionaba. Fue fotógrafo, camionero, vendió heladeras y mantuvo un bajo perfil hasta el 6 de noviembre de 2002, el día que, según él, Gardel se le metió dentro del cuerpo. “Me empujó hasta una máquina de escribir y me empezó a dictar un tango llamado Buenos Aires, salud. Apenas terminó, salió de mí”.
Tony explica que sintió “un chucho de frío terrible, un cambio de energía, de materia. Algo se estaba formando, creando en mí”, narra quien —desde ese día, como si se tratara de un cuento de Kafka— tuvo una metamorfosis y empezó a hacer obras de arte.
Hoy se le puede encontrar en el local 3 del mercado, rodeado de sus creaciones, materiales y sentado siempre, hasta las seis de la tarde, en su mesa de trabajo. Siendo el artista que nunca supo que iba a ser.