Seguramente estuvo toda la noche revolviendo las ollas industriales pero su presencia es silenciosa. Entre las sombras que cocinan, Valentín no se ve como el jefe. De día tampoco: lo ves revolviendo y después probando el locro, un magma tradicional argentino, festivo y patrio, directo desde el cucharón.
Valentín Quiroga es un cocinero autodidacta. En las fiestas patrias prepara 1.200 litros de maíz blanco, verduras y menudencias. Como un árbol más crecido en la vereda, a media calle brota un horno de ladrillos y una larga parrilla de donde desde la noche anterior a la cocción nace una nube de humo que vaga lentamente entre las casas de su barrio en Resistencia.
Si te alcanza con la mirada sonríe. Durante dos décadas fue chofer en una funeraria pero lo suyo, dice, es la cocina. Hace años conoció la receta del locro y se dedicó a mejorarla obsesivamente hasta alcanzar la maestría. El año pasado lo invitaron a participar en un concurso argentino de comida típica pero no quiso ir. Primero una sombra: después silencio; quién sabe qué pase por su cabeza porque de pronto sonríe y dice: “El año que viene me voy a preparar. A nivel nacional se hacen los concursos”.