Fotografía y podcast: Arantza García.

“La consentida de Dios”, así se considera Violeta Sánchez, “porque todo lo que le pido me ha dado”, dice. Detrás de la maestra de náhuatl, la intérprete y la estudiante de Derecho se esconde una mujer que pasó siete años en la cárcel. 

Violeta nació en Xaltepec, Zoquitlán en Puebla. A los once años llegó a la Ciudad de México. No hablaba español: su lengua era el náhuatl. A los 21, el papá de sus primeros hijos cometió un secuestro. A Violeta, embarazada de ocho meses, la encarcelaron en el Reclusorio Sur Tepepan,  injustamente. No sabía porqué estaba ahí. 

Me quedaba callada. Mi respuesta era Sí, No, No Sé. No entendía nada” cuenta.  

Violeta aprendió de todo. Se dio cuenta que violaron sus derechos y solicitó su beneficio de libertad. “No había quién me entendiera. Yo tenía que aprender español y me obligue a aprender español… No, ni madres. Sí se puede”, se dijo. 

El 17 de agosto de 2007 salió de la cárcel. “Hermanas: lamento decirles hasta pronto. Me voy, pero regreso por ustedes”, dijo a otras reclusas. 

De 123 mujeres indígenas, logró sacar 86. 

“Quien no quiere que me vaya, que me alcance”, dice entre risas.