Waikiki logró ahorrar sus primeros cien dólares a los 39 años. Fueron fruto de su trabajo en la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Con el billete en mano, sintió que tenía una misión: dárselo a alguien que lo necesitara. Así que salió a buscarlo y se lo entregó a un linyera tras hacerle una sola pregunta: “¿Crees en Dios?”.
Antes pibe chorro, ahora profesor de administración financiera, Waikiki cuenta que se hizo religioso en la cárcel. Ahí, entre los barrotes del penal de Ezeiza, también se construyó escritor.
Gastón Brossio es el nombre que figura en su documento, pero siempre firma Waikiki, como le decía su mamá debido al extraño ruido de su llanto, y como lo conocen en su barrio: Fuerte Apache.
Encerrado encontró libros además de la biblia, varios de poetas malditos, que lo transformaron. Dice que necesita desintoxicarse de ellos porque lo cargaron de un pesimismo que ya no necesita.
Ahora lee economía y autoayuda. “El sueño de todo ladrón, ¿cuál es? ¡Ser millonario! Pero ahora con armas no, con mente”, se sonríe debajo de la visera.