Alejandro Córdova, escritor salvadoreño, conversó sobre su pasión por la literatura, sus obsesiones y sus ausencias.
Alejandro Córdova es un bicho raro [en El Salvador: niño, hombre joven]. Elocuente, desgarbado, sonriente, ambicioso. Es un personaje que, aunque nacido en 1993, ha probado de todo. Estudió comunicación en una universidad privada de su país. Fue pasante de El Faro, uno de los medios periodísticos más relevantes de la región. Fue gestor y curador de un proyecto que mezclaba arte, periodismo y datos. Trabajó en un teatro en El Salvador. Es gay y su sexualidad la asume casi como un compromiso político. Ha ganado en diversas ocasiones premios nacionales de cuento. Ha publicado en medios locales e internacionales. Como todo amante de las letras, también es un cliché: reniega de sus primeros textos.
Sin embargo, entre todas las aristas, la verdadera esencia de Alejandro radica en la literatura: en el cuento y en la creación escénica. El gusto por ficcionar realidades complejas es su pasión y ésta lo ha llevado a obtener el Premio Centroamericano Carátula de Cuento Breve 2018 que se otorgó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en diciembre del año pasado.
La charla con Distintas Latitudes va sobre sus obsesiones y sus ausencias.
Alejandro, estuviste el año pasado en la FIL de Guadalajara representando a El Salvador, como parte de la integración que se hizo con Centroamérica Cuenta. La pregunta es: ¿Centroamérica cuenta?
Sí, definitivamente. Creo que, siempre he creído que el arte de Centroamérica goza de buena salud, lo que no tiene es el apoyo estatal que debería tener. Como que siempre van los artistas a contracorriente o la gente haciendo como puede.
El mismo trabajo de Sergio Ramírez en Centroamérica Cuenta es una especie de lobby para visibilizar la región, para decir: aquí hay autores.
Y creo que el éxito de Centroamérica Cuenta y sus derivaciones sólo van en aumento en esos términos. Yo soy el sexto ganador del Premio Centroamericano Carátula de Cuento Breve y me ha cambiado la vida. Ni siquiera he llegado a la residencia en Argentina y me ha cambiado la vida. Y el premio es solamente una de las cosas que ofrece el programa de Centroamérica Cuenta, hablando específicamente de eso.
Pero si hablo de los narradores centroamericanos o las narradoras centroamericanas creo que goza de muy buena salud, lo que falta también es promoción.
¿Por qué crees que existe ese nombre, por qué ponerle Centroamérica Cuenta?
Porque Centroamérica sí ha sido invisibilizada por los mercados editoriales, los mercados del entretenimiento en general. La producción en Centroamérica no es rentable en términos económicos, entonces siempre ha estado olvidada.
En muchas ocasiones, cuando se habla de literatura se pone a México y se pasa a Colombia directamente. Entonces eso ha pasado por años, décadas y es parte de este nuevo esfuerzo que incluso la FIL hace integrar a Centroamérica como parte de todas las actividades de la FIL.
¿Cómo dirías que está la escena teatral en Centroamérica? ¿Qué destacarías en términos positivos o qué falta?
Lo que siempre falta es dinero, el decidido apoyo de instituciones, empresas privadas, todo el entramado del Ministerio, etcétera, para que exista no solamente subsidios esporádicos a los artistas. Creo que el teatro centroamericano goza de buena salud también. Es maravilloso.
He tenido oportunidad de ver teatro fuera de Centroamérica y en comparación sí estamos a la altura del teatro en español, pues. Y especialmente siento que El Salvador tiene un gran teatro y es digamos, un producto o un fruto del horrible, hostil ambiente de ese país, de la realidad política en sí.
Te pongo un ejemplo. Costa Rica tiene como 10 veces más presupuesto en el Ministerio de Cultura y creo que 10 es poco, tiene muchísimo más presupuesto. Las producciones en Costa Rica son numerosas, superan a las de El Salvador y el número de teatros activos son más en San José que en San Salvador.
Pero el teatro salvadoreño es más interesante porque lo que está pasando en El Salvador es profundamente más complejo. No sé cómo decirlo: es que es esta idea de que del desierto nace la flor más rara.Y Costa Rica ha tenido una realidad política mucho más estable los últimos 50 años, entonces eso se nota en su arte.
Yo no estoy diciendo que el arte de Costa Rica esté mal, simplemente que en Guatemala y El Salvador la creación de teatro está completamente respondiendo a la realidad política. El Triángulo Norte siempre está más conectado temáticamente en sus necesidades, sus intereses, sus intenciones. Pero creo también tenemos mucho en común con México. Hay mucha influencia, mucha coincidencia en las temáticas.
¿Qué tipo de temáticas identificas en la vida teatral?
Retratar la violencia estructural, la desigualdad, los grupos vulnerados que específicamente el teatro ha sido una herramienta bien utilizada en favor de las causas sociales de hoy. Específicamente qué se yo, los derechos de las mujeres, los derechos ambientales, los derechos LGBTI, etcétera.
Eso es algo que coincidimos con el resto de Latinoamérica, nos sumamos a esas búsquedas. Pero sí tenemos las nuestras que responden específicamente a la situación de violencia y de extrema desigualdad.
¿Cuáles dirías que son tus obsesiones? ¿Has logrado identificar algún tema que se esté convirtiendo o se haya convertido en una obsesión artística?
Definitivamente sí, eso tiene que ver con el cuento que me trajo a México. Yo estoy muy interesado en entender, descifrar, ficcionar a partir de la guerra y la preguerra específicamente los años setenta y ochenta en El Salvador, porque creo que son una época crucial para entender un montón de problemas del hoy, y más allá de eso también creo que mi generación en oposición a la generación de mis padres y de mis abuelos carece de utopías y de proyectos políticos e ideológicos que prometan resolver las cosas.
Entonces podría decir que antes de 1991 había un proyecto político mundial que prometía resolver el caos entonces en esta lectura del binomio: capitalismo, comunismo. Pero ya mi generación que nace después de eso ya no entiende de esos términos, ya no habla de ese lenguaje, es sumamente triste pues y además súmale la inexistente memoria histórica, que no hay una búsqueda hacia el pasado.
O sea, mi generación que no tiene en qué creer, porque luchar o que no entiende que ya se han hecho cosas en el pasado y que hubo generaciones completas comprometidas con la organización popular y todo este tema es algo que puede enseñarle mucho a mi generación.
Y particularmente a mí me apasiona porque yo de verdad habría querido tomar las armas y meterme una bomba en la maleta, ir a secuestrar empresarios para financiar el proyecto comunista. Es una lastima no tener la opción. Yo tengo las causas de mi época y en ese sentido soy un afortunado porque soy homosexual y puedo abanderarla públicamente. Ya son otros tiempos, creo que esas son las causas de mi época: las identidades, los derechos individuales.
Pero si me preguntás cuál es mi obsesión: creo que los años setentas en El Salvador, la preguerra y la generación de jóvenes intelectuales, estudiantes y artistas que estuvo involucrada en la gestación del conflicto armado. Eso creo que va a ser un tema mío al menos por mi siguiente libro y eso puede implicar, qué se yo, dos años.
Eso me lleva a otra pregunta, tú publicaste en Distintas Latitudes una crónica que lleva por título: Sodoma, Gomorra, San Salvador: crónica sexual desde la región más homófoba del continente. ¿Qué tan conservador dirías que es hoy por hoy El Salvador?
Es horriblemente conservador pero a la vez es profundamente hipócrita. O sea que eso es lo que pasa un montón con estas sociedades conservadoras generalmente, casi siempre si son así conservadoras tienen dos caras. Eso era un poco lo que yo quería reflejar en esa crónica, cómo es posible que en una sociedad profundamente homofóbica existan lugares de divertimento sexual con tanta tranquilidad. Como digo en el texto: con un éxito cada vez más grande o algo por el estilo. Esa era la intención específica.
¿Mezcal, chaparro, vino o cerveza artesanal?
Cerveza artesanal. Es que el mezcal es muy fuerte, es demasiado fuerte. [Alejandro bebe un sorbo de mezcal de Oaxaca].
¿Como se llama el cuento con el que ganaste el Premio Centroamericano Carátula de Cuento Breve?
Se llama Lugares Comunes. Un poco por la idea de revivir la guerra salvadoreña porque está ambientado en los ochentas y es un cuento que imagina al momento en que se conocen mis padres durante la Guerra Civil, o sea mi papá es ex preso político de la izquierda salvadoreña, mi mamá hacía ciertos trabajos en la cárcel, como de trabajo social entonces se terminaron conociendo en la cárcel durante la guerra y eso a mí siempre me pareció muy digno de ficción, una gran historia.
Sin embargo, cuando hablo de esto del compromiso estoy hablando de un proceso de quizá dos, tres años de trabajar solamente este cuento y de intentar darle a esta historia la calidad que se merece. Fue tortuoso y todo pero sí hay un como una conciencia política de qué estoy haciendo, por qué lo estoy haciendo, incluso el manejo de la técnica superior a lo que había hecho antes y cuando yo estaba a medio cuento yo sabía que estaba frente a algo que me superaba. Por eso creo que fue tan largo eso de terminarlo. Y de hecho lo termino, lo mando al certamen y desde entonces no he escrito ni la lista del super porque tengo ese miedo de terminar limitándome mí mismo.
En varios de tus textos, cuentos, obra, no importa si es reciente o de los primeros años, hay este tema del olvido o la ausencia.El Salvador, medio siglo de teatro en un país que olvida, Breve teoría sobre la ausencia. ¿Qué olvida El Salvador, qué olvida Latinoamérica?
No sé, quizá todo acto de expresión artística es un acto de memoria y por lo tanto es un acto de identidad y si algo le falta a la región, a mi país es memoria.
Yo hablo mucho del derecho a la ficción, sabes, porque creo que toda sociedad tiene derecho a ficcionarse a sí misma y de verse a sí misma en ficción, no en las noticias sino en la invención, en la capacidad de contarnos historias.
Yo estoy enamorado de Las mil y una noches, de toda esta onda de Scheherezade que es quien cuenta por sobrevivir. Es esta idea de alguien que cuenta, inventa una historia todas las noches para que no la maten. Eso es precioso, estoy enamoradísimo de esa noción.
Entonces también hablo de que la salud de una sociedad pueda medirse también en su capacidad de ficcionarse a sí misma. Y te pongo un ejemplo: ahorita con Roma de Cuarón que levantó tanto polvo y que causó tanto furor en Latinoamérica completa. Es curioso porque en El Salvador todos tenían una opinión al respecto y sentían que debían expresarla y ese era como el tren del mame en las redes sociales. Y me parece súper interesante porque cuántas veces en Netflix nos vemos reflejados, cuánto del contenido de Netflix es sobre nosotros, y cuando digo nosotros es una película mexicana, claramente mexicana a todas luces, pero está hablando también de mi sociedad, de la sociedad latinoamericana y Latinoamérica se la apropia de golpe, o sea dice: nos estamos contando a nosotros mismos.
Creo que por eso chingo tanto de ir contra el olvido y de otorgarle ficción a una sociedad que no la tiene. Y cuando digo ficción también hablo del teatro, no necesariamente solo de lo escrito, porque el teatro también es invención, es algo que vas a ver porque te querés entretener, no para aburrirte o para cubrir una cuota intelectual, hacer una tarea o qué sé yo, el teatro es una opción de entretenimiento más y entenderlo así nos va a ayudar a que se vuelva industria y que sea sostenible.
¿Dirías que hay cosas tan crudas en El Salvador, Centroamérica o América Latina que vale la pena ficcionarlo para poder procesarlo?
Yo creo que todo, todo. Y lo acabas de decir, todo lo que no han procesado necesita ser ficcionado. Porque incluso si me preguntás en qué me baso para decir esto, pues hasta el psicoanálisis lo dice, porque son maneras de lidiar con traumas; y quizá hablando de eso en el periodismo es que siempre ha ido un par de pasos adelante por, digamos, ser más útil a la sociedad pero no es lo mismo que la necesidad de inventarnos constantemente y sobre todo de ficcionar a partir de esas heridas que siguen abiertas. Y eso es lo que creo que quiero hacer en mi vida.
*Alejandro Córdova fue parte de la segunda generación de la Red LATAM de Jóvenes Periodistas de Distintas Latitudes.