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Ilustración: Alma Ríos

Colombina Schaeffer, socióloga, conversó sobre la transformación de identidad de Fundación Ciudadanía Inteligente.


Colombina Schaeffer, 34 años, siente que su trabajo es “estar en todo y en nada a la vez”, muchas veces lo piensa sentada frente al acuario que tiene en su casa, mientras observa a sus peces. Su descripción en Twitter indica que es socióloga de la Universidad Católica de Chile, doctora en Gobierno y Relaciones Internacionales de la University of Sydney, Australia.

Desde 2017 es subdirectora de Ciudadanía Inteligente, fue partícipe de la observación, revisión y reelaboración de un manifiesto y protocolo por la igualdad de género de esta organización, que después de llamarse durante diez años Ciudadano Inteligente, cambió hace días su identidad para estar más acorde con los tiempos actuales y asumir nuevos retos de construcción de ciudadanía a través de la tecnología cívica.

Para abundar más sobre la transformación de Ciudadanía Inteligente, conversamos con Colombina Schaeffer.

¿Cuándo fue la primera vez que se sentaron a hablar sobre esta transformación?

Llegué a Ciudadanía Inteligente en 2017, y la conversación [de género] ya estaba presente. Una colega había hecho un taller sobre lenguaje inclusivo, y se hablaba de un protocolo por la igualdad de género. Se habían tenido conversaciones sobre cambiar el nombre, pero era todavía un proyecto a presentar al directorio. Por un tiempo, también, fue un tema más “de mujeres”. Sin embargo, ya a fines de ese año volvimos a mirar, revisar y publicar nuestro manifiesto y protocolo por la igualdad de género. El tema se instalaba de a poco. Cuando llegué a la organización, que una mujer ocupara el rol de subdirección era parte de un proceso lento, pero incansable.

En medio de esta transformación, ¿cuáles son los retos para Ciudadanía Inteligente?

El cambio de nombre es solo un primer paso, es más bien simbólico, y con todo el poder que eso conlleva, implica más bien una puesta al día. Nuestra organización, como parte de la sociedad civil, tiene que ser una referente en instalar y practicar estas transformaciones. Nos quedan muchísimos desafíos. El género se cruza con otras categorías sociales, igualmente importantes, como raza, etnia, edad, nivel socioeconómico, orientación sexual. Incluir esa mirada en nuestro actuar y proyectos implica una revisión profunda. Tenemos que aplicar y ampliar nuestros protocolos, instalar la inclusión como un valor y eje central a la hora de diseñar e implementar proyectos. Este es solo el comienzo, nos queda muchísimo por hacer.

¿Qué impacto tienen este tipo de transformaciones en la ciudadanía de a pie?

Creo que acercan la discusión. El cambio de nombre, con una campaña amigable y muy audiovisual, busca explicar, en sencillo, por qué la democracia tiene que ser inclusiva. Además, hace estos valores realidad, empujando a que otro tipo de instituciones (el Estado, por ejemplo) tengan que cambiar, y transformarse.

Todos los cargos directivos en Ciudadanía Inteligente son ocupados por mujeres, ¿cómo llegaron a ocupar estos puestos? ¿De qué manera se articulan para trabajar?

Postulamos, fuimos parte de procesos de selección y fuimos elegidas para ocupar esas posiciones. Nuestra forma de trabajo es bastante flexible, dinámica y autónoma. Es una organización bastante descentralizada y horizontal, aunque queremos avanzar todavía más en eso. Hemos experimentado con varias formas de trabajo, y la verdad es que la cambiamos conforme cambian nuestros desafíos. Hoy mismo, tenemos el gran desafío de regionalizar nuestro trabajo y trabajar desde y para toda América Latina, en un contexto desafiante para las democracias, ello implicó actualizar nuestra estrategia y operación.

¿Cuáles fueron las primeras medidas que tomaron junto a la directora Renata Ávila?

Fueron varias, pero me gustaría destacar un proceso de reflexión estratégica, para enfocar el trabajo de la Fundación y mejorar su operación. La organización viene profesionalizando e institucionalizando su quehacer hace varios años. Diría que con Renata estamos dando pasos en ese sentido, buscando profundizar todos estos procesos. Para el 2019 tenemos una estrategia acotada, bien definida, y un plan operativo con metas y resultados claros. Con la llegada de Renata se le dio un empuje decidido a avanzar en varios temas que estaban presentes, pero debían ser priorizados: elaboramos un código de conducta y un protocolo para la prevención y abordaje del acoso sexual. Se decidió realizar el cambio de nombre, y refrescar nuestro sitio web. También hicimos un cambio en nuestras dinámicas de trabajo, para de a poco permitir más y mejor trabajo a distancia lo que a su vez permite diversificar el equipo, con personas de distintos países de América Latina.

¿Qué es para tí una “ciudadanía inteligente”? ¿Cómo se construye o fortalece una “ciudadanía inteligente” en un contexto como el que vive actualmente la región?

Ese es justamente el gran desafío. Creo que hoy en día tenemos muchos elementos para hacerlo. Una ciudadanía cada vez más informada, educada, conectada. Pero las mismas fuerzas que permiten eso, permiten también que nos aislemos, asustemos y separemos. Una ciudadanía inteligente necesariamente es colaborativa y solidaria. Y entiende que sus derechos son con y gracias a otras personas. No se transan, no se restringen, no se acotan. Hoy en día el gran desafío es entendernos como un colectivo en la diversidad. E incluir en ese colectivo a todas, todos, todxs, tod@s… E incluso más allá, esa colaboración y solidaridad debe pensar en las futuras generaciones, y el mundo no humano (naturaleza, animales) que nos sostiene y del que somos parte.

¿Qué organizaciones de la región responden a este cambio de paradigma respecto a la inclusión y diversidad, con iniciativas como las de Ciudadanía Inteligente?

Coding Rights (Brasil), Fundación Karisma (Colombia), Cooperativa Sula Batsu (Costa Rica) y el Instituto Simone de Beauvoir en México, por mencionar algunas.

Cuéntame qué haces para distender tu mente luego de una jornada de trabajo.

Distintas cosas. Desde yoga, hasta ir al supermercado o por flores, ver una serie o película, o pasar la tarde con una amiga o amigo, o familiar. O nada. Me gusta hacer nada. Tengo un acuario y a veces me gusta sentarme y mirar los pececitos nadar.

Elige una de estas tres opciones: película, serie o libro. Bien, ahora pensando en la opción que elegiste, ¿cuál fue la última de éstas que te hizo llorar?

Película, El Gran Nuevo Testamento. Maravillosa.

¿Qué es lo primero que haces cuando despiertas?

Apagar el despertador y seguir durmiendo.

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Florencia Luján (Argentina, 1992). Periodista, siempre que se pueda.

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