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Conversamos con Fernando Aguilera, cicloviajero chileno, que a través de diez preguntas breves, profundas y juguetonas, nos cuenta todo sobre la experiencia de recorrer la región en bicicleta.

 


 

Fernando Aguilera tiene 32 años y recuerda que fue su abuelo Máximo Ávila Aranda, un hombre oriundo de Estados Unidos, quien lo crió en la ciudad de Antofagasta (Chile) y quien le enseñó sobre aquella actividad que ahora se ha convertido en su pasión principal y modo de vida: andar en bicicleta. 

De niño, Fernando aprendió a pedalear a los porrazos, en las calles del barrio Población Favorecedora, sobre todo cuando su abuelo decidió quitar las ruedas de resistencia de su bicicleta: “Me caía mucho”, rememora desde Costa Rica, país centroamericano en el que sólo está de pasada. 

Fernando Aguilera es un cicloviajero chileno que el 22 de abril de 2017, desde La Serena (Chile), comenzó a recorrer América Latina y el Caribe, en su actual bicicleta a la que llama “El Engendro”. La aventura inició cruzando el paso Aguas Negras, en la Cordillera de los Andes, uno de los cinco picos más altos del mundo, para empezar a subir y conocer, en principio, los países del Conosur. 

Desde que comenzó la travesía en su bicicleta ha recorrido ocho países: Chile, Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá y Costa Rica, en donde se encuentran actualmente. 

De acuerdo con su hoja de ruta mental, a Fernando aún le falta pedalear hasta Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Honduras, Belice, México, Cuba, Estados Unidos y Canadá. 

El viaje que inició Fernando Aguilera hace casi tres años está en Biciados, su canal de YouTube, espacio en el que comparte detalles de esta experiencia personal que hoy lo encuentra en Costa Rica. 

“Mi meta no es hacerme rico, por el contrario, siento que ya lo soy, porque tengo tiempo disponible para hacer lo que más me gusta”, explica el cicloviajero que aún no deja de pedalear. 

Cuéntame, ¿cómo era tu vida antes de montar tu bicicleta?

Desde que tengo noción tengo una cercanía con mi bicicleta, es que mi abuelo (quien me crió de pequeño) me enseñó a andar en bicicleta a muy corta edad: me sacó las ruedas y aprendí a porrazos. Antes de empezar a viajar en bicicleta tenía una vida común, trabajaba como periodista en noticieros, y me movía bastante en bicicleta, pero sí mi vida era bastante monótona antes de comenzar el viaje. 

¿En qué momento decidiste emprender un viaje por la región?

A partir de una mala experiencia realizando mi trabajo en Santiago de Chile, decidí cambiar de rumbo y comencé a estudiar una carrera de posgrado en la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Postulé, me aceptaron y traslade toda mi vida allá, cuando llevaba un año viviendo ahí, me di cuenta que no quería seguir estudiando, me di cuenta que quería viajar, así que busqué la forma más fácil para hacerlo y, sobre todo, la que estuviera acorde mi bolsillo, y esa era viajar en bicicleta.

A partir de tu experiencia, ¿a qué riesgos se está expuesto en la región?

La única experiencia a la que uno está expuesto cuando viaja es conocer muchas personas, pedalear muchos kilómetros, bañarse en cascadas increíbles, ver estrellas fugaces y también arcoíris. 

¿Por qué llamas a tu bicicleta “El Engendro”?

Engendro o engendrix es una bicicleta reciclada, que tomó forma y vida gracias a diferentes donaciones de diversos amigos, que llegaron con partes de bicicletas y pudimos armarla.

Lo hice en un taller, que es un espacio que me proporcionó la mayor parte de la mecánica de mi bicicleta, y se llama engendro porque yo la engendré: yo la construí, parte por parte, la limpie.  

De tanto pedalear por la región, ¿te duelen las piernas?

No, tengo piernas para rato.

Menciona tres cosas que extrañas de tu vida cotidiana anterior.

Es inevitable cortar los lazos que uno tiene, sólo extraño a las personas de mi vida cotidiana anterior.

¿Cuáles son los tres destinos a los que no volverías?

Sólo creo que tengo uno: Bolivia. 

¿Una situación “loca” que hayas vivido en algún país?

Lo más extremo que he realizado en todo el viaje es cruzar la Cordillera de los Andes en bicicleta, por el Paso de Agua Negra, que tiene 4.980 metros sobre el nivel del mar, que me llevó cuatro días cruzarlo. Estuve a punto de perder dos dedos de mis pies por un principio de congelamiento, debido a las bajas temperaturas, eso sin dudas fue lo más extremo que he hecho. 

¿Te enamoraste de alguna persona en el camino?

Aún no.

¿Qué es lo primero que deseas hacer cuando llegues a México?

Obviamente ir a comer tacos, beber desenfrenadamente tequila y escuchar su música.

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Ilustración de portada: Alma Ríos
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Florencia Luján (Argentina, 1992). Periodista, siempre que se pueda.

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