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Por: Diego Pérez Damasco (Costa Rica), María García (Venezuela) y Alejandra Orozco Ardines (México)

Colaboración de: Isaías Morales (Guatemala), Diana García Coaquira (Perú),  Flavia Borja (Paraguay) y Florencia Pagola (Uruguay)


América Latina tiene el desagradable récord de ser líder mundial en embarazos infantiles y adolescentes, sólo superado por la región del África Subsahariana. De acuerdo con la Unicef (2015), una tercera parte de los embarazos en América Latina corresponden a jóvenes menores de 18 años, de las cuales un 20% son menores de 15 años. ¿Qué hay por detrás de estos números? Falta de acceso a métodos anticonceptivos y servicios de salud sexual y reproductiva, déficit de educación sexual y también violencia sexual producto de sociedades permisivas con la violación.

Según las estadísticas del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) sobre embarazo adolescente (de mujeres entre 15 y 19 años) para 2015, el promedio latinoamericano es de 75 embarazos por cada 1000 mujeres entre los 15 y los 19 años. En contraste, el promedio global de este indicador es de 51 embarazos.

Los países con más embarazos adolescentes dentro de América Latina son Bolivia (con 116 por cada 1000 mujeres entre 15 y 19 años), seguido de Honduras (con 101) y Venezuela (con 95). En el otro extremo, los que tienen menos embarazos adolescentes son Chile (52), Cuba (53) y Costa Rica (61). Sin embargo, ni un solo país de la región está por debajo del promedio mundial de 51.

Embarazos infantiles

Además de los embarazos adolescentes, una cifra aún más preocupante es la de embarazos infantiles, es decir, en niñas menores de 15 años. En la mayoría de los países de América Latina las relaciones sexuales entre mayores de edad y personas menores de 15 años son ilegales, por lo cual una enorme mayoría de los embarazos infantiles son producto de abusos sexuales.

En Guatemala, por ejemplo, en 2015 hubo 6.140 embarazos de niñas menores de 14 años, según datos del Ministerio de Salud de ese país. En Paraguay, según Unicef, hay dos partos diarios de niñas entre 10 y 14 años. En Costa Rica, en 2016,  la cifra de niñas menores de 14 años que quedaron embarazadas ronda las 500.

“Tenemos prácticamente 500 niñas menores de 14 años producto de violación sexual, muchas veces de incesto, quienes no tienen acceso a los servicios de salud en general, y mucho menos a una interrupción del embarazo, por el hecho de que por ser niñas aumenta el riesgo”, dijo a Distintas Latitudes Larissa Arroyo, abogada feminista costarricense de la Asociación Ciudadana ACCEDER.

Recientemente entró a regir en ese país una ley que castiga las “relaciones impropias”, para proteger más a las personas de edad frente a los abusos sexuales, particularmente a las niñas y adolescentes. Sin embargo, la ley pasó por un fuerte debate público en el cual, de acuerdo con Arroyo, se seguían naturalizando las relaciones sexuales con niñas de edades muy tempranas.

En Perú, según registros del Registro Nacional de Identidad (Reniec) y el Instituto Nacional de Estadísticas e Informática (INEI), junto al Ministerio de Salud, la edad de embarazo inicia a los 11 años.

Reniec registró, en 2015, 1.538 casos de madres entre los 11 y 14 años de edad que acudieron a esta institución para declarar el nacimiento de sus hijos. Ese mismo año se registraron 3.950 madres de 15 años de edad. Los mayores registros ocurrieron en la Amazonía (40% en promedio) y en los departamentos de la costa norte del Perú (Tumbes, Tacna, Ica y Lambayeque).

El Ministerio de Salud peruano confirma la tendencia. En el Perú, cada día del año, al menos 4 menores de 15 años de edad se convierten en madres, mientras que entre las adolescentes de 15 años se registra un promedio de 11 partos al día.

Falta de oportunidades

¿Existen las condiciones en América Latina para prevenir los embarazos en las niñas y adolescentes?, y cuando estos suceden, ¿qué oportunidades o alternativas se les ofrecen para que puedan decidir cómo afrontar la situación?

Los escenarios de educación sexual y reproductiva, así como el acceso a métodos anticonceptivos no parecen ser los más óptimos. De acuerdo con datos de UNFPA Paraguay, en ese país el 45% de las adolescentes embarazadas no planificó su embarazo. Además, según UNFPA la pobreza duplica el riesgo de embarazo adolescente.

En el caso de los métodos anticonceptivos, un método clave, especialmente en caso de violencia sexual, es la anticoncepción de emergencia, popularmente conocida como la píldora del día después. Aunque en casi todos los países de América Latina la pastilla se ha registrado y se comercializa, hay cuatro en donde todavía es imposible obtenerla: Panamá, Costa Rica, Honduras y Guatemala.

En México y en Argentina este método en teoría requiere suscripción médica. En México, Perú, Chile, Uruguay, Nicaragua y Brasil la píldora está disponible a través de los servicios públicos de salud. Sin embargo, esta solo es efectiva 72 horas después de la relación sexual. Y todavía son pocos los países de América Latina que le ofrecen a estas niñas la posibilidad de interrumpir el embarazo. En Chile, El Salvador, Haití, Honduras, Nicaragua, República Dominicana y Surinam, por ejemplo, el aborto está penalizado en todas sus causales, sin matices ni atenuantes. 

Consecuencias sociales

Según Zedxi Velázquez Fiallo, presidenta de la Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos (Ddeser) Chiapas, estos embarazos se dan entre condiciones de pobreza, marginación y violencia, lo que acrecienta las posibilidades de que una menor viva un embarazo a tan temprana edad. La pobreza y marginación las coloca en condiciones de vulnerabilidad al no tener acceso a los medios de información y de servicios de salud sexual y reproductiva.

“Ante esto, la violencia encuentra un terreno fértil, pues son estas mujeres jóvenes quienes, al no contar con las herramientas, oportunidades y protección que el Estado debería brindarles, son víctimas de situaciones de abuso que tienen como resultado embarazos no deseados. Estos abusos son perpetrados en su mayoría por hombres de su círculo cercano, llámese padres, hermanos, tíos, padrinos, maestros, amigos, novios, etcétera”, dijo Velázquez a Distintas Latitudes.

A nivel social, Velázquez considera que los embarazos en adolescentes tienen un impacto sumamente fuerte, pues contribuyen a la reproducción de la pobreza y las capacidades de esas mujeres de abonar al desarrollo social se ven limitadas, pero más que a nivel social, el impacto físico y psicosocial que tienen los embarazos en esta edad son sumamente fuertes.

Por un lado, las probabilidades de muerte que tiene una niña o adolescente que vive un embarazo es cuatro veces mayor que las que tiene una mujer adulta; corre riesgos de sufrir alteraciones durante el embarazo que afectan a ella y al producto; se corre también el riesgo de tener un parto pre término o productos con bajo peso”, dijo Velázquez.

En lo que respecta al área psicosocial, el impacto se ve reflejado en la serie de exclusiones, discriminación y estigma de la que estas mujeres son objeto, pues en la mayor parte de los casos, son juzgadas y responsabilizadas de la situación y se les obliga a continuar con embarazos a sabiendas de que van a representar un obstáculo para el cumplimiento de sus planes de vida.

Las oportunidades de formación profesional y laboral se ven seriamente limitadas cuando se vive un embarazo o se ejerce la maternidad a tan temprana edad. Éste es un problema que afecta, sobre todo, a las mujeres, pues esta experiencia atraviesa sus cuerpos y altera profundamente sus vidas.


*Fotografía de Christian Rodríguez, del proyecto Teen-mom. Tomada de Facebook.

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