Entre septiembre y octubre de 2020, Paraguay experimentó uno de sus peores escenarios ambientales: picos máximos de temperatura, miles de focos de incendios en todo el territorio nacional, jornadas enteras cubiertas de humo a raíz de los incendios y la mayor sequía registrada en los últimos 50 años. ¿Cómo llegó el país a esta crisis y qué consecuencias dejó en la población?
El 26 de septiembre de 2020, Paraguay alcanzó la temperatura más alta a nivel nacional registrada desde 2009: 45.5°C. La localidad que registró este calor intenso fue Pozo Hondo, ubicada a más de mil kilómetros de la capital paraguaya, Asunción, en el Chaco paraguayo.
Este récord histórico ocurrió en medio de una gran sequía, la mayor que enfrentó el país en los últimos 50 años. ¿La causa? El fenómeno meteorológico conocido como La Niña, que provocó la escasez de lluvias y una bajante importante del río Paraguay, principal vía para el desarrollo del comercio nacional.
El primero de octubre, la Dirección de Meteorología e Hidrología registró nueve récords históricos de temperatura máxima en el país, fecha en la que además se reavivaron las llamas en el vertedero de Cateura —principal depósito de basura procedente de Asunción y Gran Asunción—, a causa del viento fuerte y el ambiente seco, a tan solo cuatro días de haber sufrido un incendio de gran magnitud.
Más de 12 mil focos de incendios repartidos en todo el territorio nacional condujeron a que gran parte de la población, a raíz del humo provocado por el fuego, respirara un aire insalubre durante la última semana de septiembre y la primera de octubre; sucesos que llevaron al Congreso paraguayo a declarar emergencia ambiental nacional.
Tras esta declaración, el Gobierno paraguayo desembolsó un fondo de 5 mil millones de guaraníes para el Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Paraguay (CBVP), que hasta entonces estaba controlando los incendios con donaciones de la ciudadanía. Asimismo, se alquilaron aviones hidrantes para combatir los focos de incendios que quedaban, los cuales fueron coordinados por la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN).
“En 2019, ya se había declarado emergencia ambiental en algunas regiones del país, pero el año pasado por primera vez a nivel nacional, debido a que llegamos a cifras muy grandes y muy difíciles de controlar para cualquier organismo paraguayo”, explicó Aldo Benítez, periodista especializado en medio ambiente del diario La Nación Paraguay.
En conversación con Distintas Latitudes, Benítez, que también colabora para el medio Mongabay Latam, identificó seis aspectos claves que hay que saber para entender la crisis medioambiental paraguaya.
- Los incendios son provocados por intervención humana
Tanto los bomberos como las autoridades del Ministerio del Ambiente de Paraguay aseguran que los incendios son provocados por intervención humana y no por una cuestión natural, como sucede en otras partes del mundo. Desde un cerillo o latita tirados en un pastizal hasta una quemazón iniciada por los responsables del agronegocio influyen para que se generen estos focos de incendios.
- Paraguay es el segundo país que más deforesta en toda Sudamérica
Después de Brasil, Paraguay es el segundo país que más deforesta en toda Latinoamérica. Paraguay, siendo un país mucho más pequeño en superficie, está por encima de sus vecinos Argentina y Bolivia. Entre 2001 y 2019, Paraguay perdió seis millones de hectáreas por deforestación, realidad que se explica en el incremento del rollo tráfico, las prácticas destructivas del agronegocio y el cultivo ilícito de la marihuana.
Debido al ritmo de deforestación que se registraba en el año 2004, con entre 200 y 300 mil hectáreas deforestadas anualmente, entró en vigencia desde el 2005 la Ley de Deforestación Cero en la Región Oriental de Paraguay, que habla de cárcel para las personas involucradas, pero desde ese año hasta la actualidad no hay ni una sola persona detenida por deforestar en Paraguay.
- Las comunidades más afectadas son las campesinas e indígenas
Las comunidades indígenas y campesinas son las que desde hace años padecen las consecuencias no solo de los focos de incendios, sino también de la invasión de sus tierras, la contaminación de sus aguas y su suelo, y la escasa cobertura de salud. Muchas veces, todos estos problemas hacen que las familias campesinas se vean obligadas a migrar hacia áreas urbanas, lo que impide que construyan su propia comunidad en un determinado lugar.
- La crisis medioambiental impacta negativamente en la microeconomía
En Paraguay, desde hace años se habla de las cifras positivas que se registran en la macroeconomía, ya que no ha habido una recesión tan fuerte como en otros países, sin embargo, esto no se ve reflejado en la cuestión microeconómica. La crisis medioambiental afecta a las pequeñas y medianas empresas, las PYME, que generalmente son trabajos más informales, y aunque los números que venden sobre la economía paraguaya no expongan lo que sucede en este sector, se siente el impacto negativo debido a que se ven más personas en las calles; cerrando negocios o no pudiendo terminar sus estudios.
- El sistema de salud es precario
La crisis climática en Paraguay agrava el problema del agua potable, sobre todo en las comunidades más aisladas que, a diferencia de los hogares de áreas urbanas más pobladas, dependen de las Juntas de Saneamiento para abastecerse de agua. Pero, ante la sequía de arroyos y ríos, los motores de estas no funcionan correctamente, por lo tanto el agua que se extrae sale sucia. Sin agua potable, los pobladores de estas comunidades se exponen a enfermedades transmisibles y epidemias, lo cual es grave teniendo en cuenta que en las zonas rurales no hay hospitales y los centros médicos más cercanos no cuentan con todos los recursos necesarios para atenderlos.
- Las acciones del gobierno paraguayo no son suficientes
Paraguay no tiene una solución a la crisis climática si no se la analiza desde una perspectiva regional, ya que todo lo que sucede en el Pantanal brasileño o boliviano, le afecta directamente al Pantanal paraguayo y, por ende, a todo el territorio nacional.
La situación climática de Paraguay debería ser una preocupación a nivel mundial, ya que debajo de su superficie se encuentra el Acuífero Guaraní, una de las reservas de agua dulce más importantes del planeta Tierra; así como el Pantanal paraguayo, y el Bosque Atlántico de Alto Paraná, nombre que recibe la fracción paraguaya de esta ecorregión compartida con Brasil y Argentina, que después de la Amazonía es el segundo pulmón o generador de humedad tropical y de biodiversidad más importante de toda Latinoamérica.
Aunque antes era impensable visualizar una crisis medioambiental, no se puede negar que está pasando y que es un problema actual, ya no de un futuro lejano. Este tema debe estar presente en la agenda política, es necesario crear políticas públicas que permitan que las comunidades indígenas y campesinas puedan permanecer en sus territorios; que no se pierda la fauna y flora del país, y que la sociedad trabaje de forma conjunta para encontrar soluciones, de lo contrario, lo lindo que tiene Paraguay, se irá perdiendo aceleradamente.
¿Qué acciones podrían aminorar esta situación?
La deforestación en Paraguay contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero que provoca el cambio climático en el mundo, sin embargo, es un emisor muy pequeño frente a otros países que basan su economía y desarrollo en la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural). Aún así, sufre de la misma forma las consecuencias de la variabilidad del clima, pero con un impacto mucho más fuerte, debido a que no está lo suficientemente preparado para enfrentarla.
“La crisis climática ya es una realidad. Ahora bien, no sabemos cuán intensos serán estos cambios. Por ello, el Gobierno debe implementar medidas concretas para adaptarnos mejor a los fenómenos climáticos que vienen sucediendo, y sucederán, como: las lluvias instantáneas de 300 mm en menos de 20 horas, las ráfagas de viento superiores a 180 km/h, las sequías e inundaciones que duran más de un año, etc.”, indicó José Luis Cartes, director ejecutivo de la Asociación Guyra Paraguay.
Para Cartes, hay que buscar formas eficientes de adaptación para que no se produzcan raudales gigantescos en las ciudades e inundaciones masivas en zonas rurales ante las lluvias precipitadas; para que se mantengan las actividades económicas durante los períodos largos de sequías, y para que existan recursos y herramientas que permitan contrarrestar los incendios forestales.
El director ejecutivo de la Fundación Moisés Bertoni, Yan Speranza, coincide en que el Estado paraguayo debe ocuparse de crear esquemas de adaptación a estas condiciones climáticas, teniendo en cuenta los mapas de vulnerabilidad para el sector agrícola, las construcciones sólidas para hacer frente a las inundaciones y los sistemas de cortafuegos para evitar la expansión de los incendios.
“Es importante también generar campañas de concientización para que la gente empiece a cambiar su conducta, porque en Paraguay está muy arraigada la quema de basura y de pastizales. Y eso, en un contexto climático extremo, puede ser muy peligroso. Asimismo, se deben hacer cumplir estrictamente las normativas, y la ley tiene que castigar a los que realizan estas prácticas inadecuadas”, concluyó Speranza.
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Imagen de portada: Rocío Rojas.