Jennifer Gásperi, directora venezolana residenciada en Buenos Aires, nos cuenta cómo fue el proceso de adaptación y transformación del entrenamiento actoral que dirige en Buenos Aires con el inicio de la pandemia. El cambio de formato implicó mucha investigación y replantear el trabajo corporal a distancia.
Jennifer Gásperi es una directora de teatro venezolana que vive en la ciudad de Buenos Aires desde el año 2016. Tiene formación en Antropología Teatral, estudió Dramaturgia del Actor, es coach ontológica, hizo un posgrado en Gestión Cultural en Argentina y actualmente es tesista de una maestría en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural. Es directora de la compañía Teatro Nueva Era —fundada en Venezuela en 1989— que funciona en paralelo en Caracas y la capital argentina.
En octubre de 2018 abrió un espacio junto a Arlette Montilla (directora de la Escuela de fotografía EFA Contigo) que llamaron EFA Escénicas, donde hacen diferentes proyectos y talleres para la formación de su comunidad virtual (a partir de la pandemia de covid-19) y presencial en Caracas y en Buenos Aires.
Debido a la pandemia y con el inicio de la cuarentena en Argentina en marzo de 2020 trasladaron el laboratorio creativo que habían formado de manera presencial en Origen Cowork –un espacio / café dedicado a estas actividades– a Zoom. Después de casi un año de investigación, adaptación y creación, conversamos con Jennifer Gásperi sobre cómo el teatro se ha transformado en estas condiciones.
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Cuando Jennifer entra a un salón, el espacio se transforma. La energía se acopla a la quietud de su cuerpo y a la euforia de su melena roja. Jenni escucha con atención todo lo que sucede a su alrededor, descifra con rapidez el ánimo de sus estudiantes. Por eso le gusta iniciar los encuentros preguntándoles cómo están, como si en simultáneo se zambullera en un ejercicio sociológico de rutina para conocer a profundidad el entorno de cada uno. El estudio del cuerpo opera en todas las direcciones.
Pone música, les pide que se ubiquen en un semicírculo que abarque la sala en la que estén, aunque los espacios varíen, la dinámica es la misma: la voz siempre guía. Comienza a despertar —como si fuera un acto de ilusionismo— la memoria del cuerpo de a poco, se van moviendo los brazos de sus alumnos con sutileza, la onda se expande hasta el torso y se escabulle por sus rodillas y piernas. La mente está en silencio.
Por eso, el trabajo escénico y presencial para Jenni es tan importante, porque ecualiza y sumerge en el mismo código el trabajo corporal individual que hace que funcione la creación colectiva. En marzo de 2020, cuando la pandemia obligó a entrar en cuarentena en diferentes ciudades del mundo, Jenni empezó una nueva investigación que le permitiera estudiar(se) y observar a sus alumnos para trasladar el entrenamiento a un nuevo formato: la sala virtual de Zoom. En ese formato sostuvo dos grupos de formación —dos veces por semana— conformado por un elenco en constante rotación, pero que llegó a tener hasta seis personas por grupo.
En esta entrevista la directora venezolana explica lo que implicó sostener ese proceso de formación virtual durante diez meses para luego transformarlo en una muestra presencial en diciembre de 2020 en La Carpintería, una emblemática sala de la ciudad de Buenos Aires. También reflexiona sobre el trabajo en conjunto con Arlette Montilla, directora de la Escuela de fotografía EFA Contigo y cocreadora del espacio EFA Escénicas, donde desarrollan programas como éste desde el 2018 en la ciudad de Buenos Aires.
Esta Distancia, primera muestra teatral después de la cuarentena, en La Carpintería. Diciembre 2020. Foto: cortesía de Maria Laura Domínguez.
En febrero de 2021, Jennifer reactivó el entrenamiento de manera presencial y abrió un espacio virtual a partir de marzo para estudiantes dentro y fuera de la Argentina.
¿Cuál es el nombre completo de la compañía de teatro?
Si hablamos de mi compañía base: Teatro Nueva Era con sede en Caracas y Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Si hablamos de la producción del espacio de investigación, es una coproducción de EFA Contigo y Teatro Nueva Era. Lo llamamos EFA Escénicas para distinguirlo del trabajo fotográfico de la escuela.
Acción Migrante es una idea que no se ha constituido, que tuvo una única producción en Buenos Aires que se llamó “Cuestión de Género” y fue presentada en La Carpintería (una emblemática sala de teatro en Buenos Aires) en el año 2019. No lo considero un proyecto/compañía teatral armada, sino una idea en proceso.
¿Cuál fue su primera reacción al enterarse de la cuarentena?
La verdad es que ya no recuerdo cuál fue la primera reacción. Recuerdo pensar en que el año recién comenzaba en los espacios de formación y que cortar ese impulso podía ser muy frustrante para quienes se inscribieron en los espacios de Entrenamiento o el Laboratorio Cuerpo y Palabra, que es otro de los proyectos que llevamos con EFA Escénicas. Así que le propuse a Arlette migrar los espacios presenciales al formato online y no “esperar” a ver qué pasaba o si levantaban la cuarentena. En Buenos Aires hemos tenido uno de los confinamientos más fuertes durante esta pandemia.
¿En dónde creen que se gestó la idea de transformarse para continuar?
Creo que suspender los espacios con tan poco tiempo de haber comenzado iba a ser contraproducente para el desarrollo de nuestro proyecto de formación en Artes Escénicas. Ahí empezó todo. Sabíamos que teníamos que hacer ajustes importantes en la metodología de enseñanza, por eso comencé a investigar qué tipo de dinámicas se podían armar en el formato online y cuáles otros aspectos de la actuación se podían desarrollar allí. Luego de comenzar, descubrimos que era un espacio muy poderoso, de contención, escucha, conexión, creación y catarsis ante el confinamiento. Decidí darle más fuerza a eso que a los aspectos técnicos.
Presentación de Esta Distancia. En escena: Cristopher Gutiérrez y María Gabriela Fernández. Foto: cortesía de Maria Laura Domínguez.
¿Cómo se ha transformado el Entrenamiento actoral desde el inicio de la cuarentena a ahora?
Desde esa primera idea hasta este espacio de contención que tenemos ahora, hay un desplazamiento importante. Me interesaba volcar el grupo a espacios de búsqueda e investigación en los lugares que habitamos que eran, por lo general, nuestras propias casas y rebelarnos ante la dictadura del rostro-zoom que comenzaba a llenar las redes y los espacios culturales. Quería explorar en distintos puntos de vista el uso del cuerpo y, por último, desarrollar la voz propia a través de los micro talleres de dramaturgia impartidos por los dramaturgos con los que hemos creado en distintas ocasiones. También tuvimos la posibilidad de conectarnos con un montón de artistas alrededor del mundo que nos dieron su visión del oficio.
¿Cuáles fueron los principales retos que enfrentaron?
Ufff. Para mí el cambio de las estructuras de las clases, el diseño de cada una según lo que íbamos descubriendo como posible o funcional en cada sesión. Hubo mucho trabajo fuera de la clase, mucho más que lo que me genera un encuentro presencial en el cual tengo los cuerpos supuestos para hacer ejercicios actorales. Acá teníamos múltiples distractores en casa y espacios poco adecuados para la creación escénica. Por otra parte, la sensación de la gente de pasar todo el día en la computadora y mostrar que aunque era la forma de conectarnos, era una experiencia totalmente distinta a las otras. Algunas personas se conectaron con esta propuesta y otras prefirieron abandonar el entrenamiento.
Sostener el espacio emocional, la escucha, dar SIEMPRE lugar para la conversación fue, definitivamente, transformador y salvador pero, para mí, como guía del espacio, requirió un aporte energético importante y echar mano a mis otros saberes fuera del espacio teatral como la sociología y el coaching.
¿Cómo los solucionaron (o intentaron hacerlo)?
Investigando y buscando opciones que permitieran abarcar los contenidos necesarios en la actuación, elementos complementarios que nos permitía el formato, por ejemplo: iluminación, encuadres, uso de varios dispositivos, vestuarios y utilería que no requirieron mayor esfuerzo. Usar lo que teníamos a mano. Aprender a ver con otros ojos nuestros espacios íntimos y transformarlos en espacios escénicos por momentos.
En cuanto a la gente que se retiró, pues no se solucionó. Pero también se sumaron muchas personas de otras partes del mundo con quienes no hubiese podido trabajar si el espacio virtual no se abría.
¿La migración a lo virtual ha traído algún beneficio económico?
No particularmente. Pero si trajo mayor flujo de gente a los espacios de formación. Me parece que no fue beneficio económico directamente porque no se mantenía un volumen estable de artistas o estudiantes. Entonces era muy fluctuante. Pero sí funcionó para que el golpe de estar 10 meses sin producir piezas en las cuales se cobra taquilla/boletería, fuese mucho más manejable para mí y para el Emprendimiento Cultural. Lo virtual me permitió una entrada de dinero que si bien no fue estable, me funcionó.
¿Considera que lo virtual ha aportado algo al teatro “tradicional“?
En mi caso sí, me abrió la mirada muchísimo pero creo que eso sólo pasa si existe la apertura y la flexibilidad de los creadores. También he escuchado muchas resistencias ante el “teatro en pantalla” o “la performatividad”. Yo creo que abre espacio al BUEN uso de nuevas tecnologías de lo audiovisual y también del consumo de “dispositivos performáticos” que pueden hacerse desde casa.
¿Cuál es el estatus actual de los espacios físicos que ocupaban antes?
La Carpintería y Origen Cowork están funcionando con restricciones en relación a la cantidad de personas que pueden asistir a clases o a espectáculos. Casa Gascón, donde estaba Cuerpo y Palabra, se transformó en un espacio con máquinas de pilates, tipo gimnasio. A La Carpintería volvimos a entrenar los miércoles con un grupo muy reducido.
¿Mantendrá el formato virtual aunque volvamos a las clases/encuentros presenciales?
A mí me encantaría pero, actualmente, ese espacio está desierto. El horario virtual se abrió pero no fue atractivo y nadie se inscribió. Así que no sabría decirte si la gente se siente atraída a volver a la virtualidad, ahora que hay mayor flexibilidad. El horario de los sábados, por ejemplo, fue totalmente abandonado porque las estudiantes querían un espacio presencial y no fue posible abrirlo.
¿Hubo deserciones, personas que dejarán esto por la pandemia?
Sí. Ahora hay una deserción contraria de los espacios virtuales a los presenciales, parece.
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Esta entrevista forma parte de Arte en Pandemia, una serie de artículos que muestran cómo las expresiones culturales y artísticas de América Latina se reinventaron/adaptaron a las condiciones de aislamiento social provocadas por la pandemia de covid-19.
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Imagen de portada: Rocío Rojas