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Los actos de repudio aparecieron en Cuba durante la década de los setenta. Sin embargo, fue en 1980 cuando comenzaron a hacerse más visibles como manifestación política de rechazo a quienes están en desacuerdo con la ideología socialista y las políticas de La Habana.


Por: Yadiris Luis Fuentes (Cuba)

 

Cuba es un archipiélago marcado por la mística de la Revolución de 1959 y sus sueños de igualdad social. Pero también por la migración de millones de sus habitantes, la falta de libertades civiles y la represión. Un ejemplo de esto último son los actos de repudio.

Estos actos fueron parte de la estrategia del gobierno cubano para bloquear la marcha cívica convocada para el pasado 15 de noviembre por la plataforma disidente Archipiélago. Desde días antes, varios de sus promotores fueron acosados por turbas procastristas que coreaban consignas políticas y portaban carteles de rechazo fuera de sus casas. 

Los actos de repudio han sido comparados con los pogromos o linchamientos multitudinarios y espontáneos que sufrieron los judíos en el siglo XX, o con los escraches argentinos, manifestaciones de exigencia de justicia popular y callejera contra partidarios de la dictadura de Videla. Pero no son exactamente lo mismo. 

Entonces, ¿qué son los actos de repudio y cuándo comenzaron?

Según el historiador cubano Abel Sierra, los actos de repudio aparecieron en el país durante la década de los setenta. Sin embargo, fue en 1980 cuando comenzaron a hacerse más visibles como manifestación política de rechazo a quienes estaban en desacuerdo con la ideología socialista y las políticas de La Habana.

El primer gran referente de los actos de repudio sucedió en abril de 1980, cuando unos diez mil cubanos se amotinaron en la Embajada de Perú de La Habana para pedir asilo político. Esto obligó al gobierno a permitir la salida, durante los meses siguientes, de más de 125 mil cubanos por el puerto del Mariel, dando lugar a una de las mayores crisis migratorias de Cuba. 

Pero no fue tan fácil. Tanto quienes se amotinaron en la embajada como quienes se marcharon por el puerto debieron enfrentar turbas de simpatizantes del gobierno que portaban pancartas y gritaban consignas políticas de apoyo a la Revolución y odio hacia quienes la abandonaban. 

Promovidos y organizados desde el diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba (PCC), estos actos incluían consignas como: ¡Que se vayan! ¡Gusanos, si sacan los pies se los cortamos! ¡Que se vayan los parásitos y la escoria! ¡Que tiemblen los flojos, el pueblo entró en acción! o ¡Gusano, lechuza, te vendes por pitusa! 

Paradójicamente, las remesas que envían los “gusanos” a sus familias constituyen desde hace algún tiempo una de las tres mayores fuentes de ingresos de divisas al país.

Pero no se acaba ahí. Los actos de repudio también incluían insultos verbales, lanzamiento de huevos, comida y hasta violencia física. Muestra de esto fue lo sucedido con la actriz Celeste del Mar, quien fue introducida en un latón de basura y rodada por la calle mientras le gritaban ofensas y golpeaban palos sobre el latón.

A otros les cercaban sus viviendas y cortaban los servicios de electricidad y de agua. Generalmente los actos ocurrían durante días frente a los domicilios de los futuros migrantes o en los sitios por donde saldrían de la isla. El pánico provocado por esta tortura psicológica fue tal que muchas de las familias repudiadas temían salir por miedo a ser golpeadas. 

¿Cuál es su relación con el gobierno?

Los actos de repudio están relacionados con el gobierno. De hecho, según Sierra fueron una nueva modalidad de la violencia estatal cubana a partir de los años ochenta. El propio Fidel Castro los justificó en junio de 1980 alegando que eran necesarios para “mostrarle al enemigo que con el pueblo no se juega”.

Aunque aparentan ser espontáneos y masivos, en realidad son orquestados desde instituciones estatales y, como tal, cuentan con la anuencia, orientación y recursos del gobierno. Evidencia de ello es que quienes participan suelen emplear equipos de sonido y propaganda altamente costosos y difíciles de conseguir. Además de que sus acciones cuentan con el visto bueno de las autoridades, quienes persiguen y sancionan cualquier tipo de manifestación contestataria.

La organización de los actos de repudio recayó originalmente en los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Esta es una organización social e ideológica creada por Fidel Castro en 1960 para desempeñar tareas de movilización y vigilancia política en cada barrio. 

A partir de los noventa, fueron empleados fundamentalmente contra artistas, activistas y periodistas disidentes. Justo por esos años surgieron las llamadas Brigadas de Respuesta Rápida. Se trata de grupos paramilitares cuyos miembros realizan los actuales actos de repudio junto a otras personas (políticamente afines o coaccionadas) movilizadas para ello. 

Todas disponen de impunidad para violentar a disidentes desarmados. Así le ha sucedido a las Damas de Blanco, grupo de mujeres que desde 2003 exige la liberación de los presos políticos.

Un estudio de la organización sin fines de lucro Cubalex confirma que quienes participan en estos actos actúan bajo las órdenes y en conjunto con los agentes de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) y el Departamento de la Seguridad del Estado (DSE), la policía política.  

 

¿Y son legales?

El respaldo estatal a estos hechos no implica que sean legales. El Doctor en Ciencias Jurídicas Julio Antonio Fernández Estrada considera que “son contrarios al espíritu y la letra de la Constitución de 2019, como lo eran también de la Constitución de 1976”. 

La naturaleza de los actos de repudio ataca directamente los derechos refrendados en la Carta Magna. Según Fernández, constituyen “un asalto a la dignidad, la privacidad, el hogar, la familia y la disciplina social”. Sin embargo, lejos de ser sancionados, quienes los realizan son premiados por las autoridades con ciertas prebendas.

Aunque no existe un artículo en el Código Penal cubano que condene estas prácticas, los actos de repudio sí pudieran devenir en varias figuras delictivas. Como “desorden público”, riñas, lesiones, amenazas o violación de domicilio, entre otras.

Actos de repudio en la actualidad

Aunque cayeron en desuso durante algún tiempo, los actos de repudio volvieron a cobrar protagonismo desde finales de 2020 como una forma de acoso y hostigamiento político hacia quienes disienten del régimen cubano. Desde entonces varios artistas, activistas y periodistas independientes han sido víctimas directas de estas prácticas.

En octubre de 2020, por ejemplo, activistas y artistas como Tania Bruguera, Camila Lobón, Kirenia Yalit, Aminta de Cárdenas y Michel Matos los sufrieron cuando intentaban asistir a un concierto convocado por el grupo artivista disidente Movimiento San Isidro

También la activista Anamely Ramos y la periodista independiente Iliana Hernández fueron repudiadas a las afueras de su casa a fines de 2020. En febrero de 2021, la vivienda de la activista Anyell Valdés fue invadida y su fachada pintada de azul durante un acto de repudio.

Los actos sufridos en las últimas semanas por miembros o simpatizantes de la plataforma Archipiélago dan cuenta de la falta de interés del régimen por ponerles fin. Todo lo contrario. Aunque históricamente han servido para desmoralizar y enjuiciar desde el púlpito popular a quienes disienten, los actos de repudio perviven en una sociedad cada vez más polarizada, donde el odio político es impulsado por quienes deberían cuidar y proteger a la ciudadanía. 

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Diseño de portada e infografía: Rocío Rojas
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