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Más allá de la ayuda vital solicitada recientemente por la Organización de Naciones Unidas (ONU), el futuro de Haití parece cada vez más desdibujado. ¿Cómo afectan el asesinato del presidente Jovenel Moïse, el terremoto del 14 de agosto y la tormenta tropical Grace al que ya de por sí carga con el sambenito de ser el país más pobre de Occidente? ¿Qué efectos tienen estos eventos sobre la migración? ¿Seguirá siendo Haití un pueblo marcado por esta?


 

Parece una frase gastada y sin embargo vuelve a ser actual: Haití vive hoy uno de los momentos más difíciles de su historia reciente. Apenas durante los últimos dos meses, el país caribeño ha sufrido el asesinato del presidente Jovenel Moïse, un terremoto de 7.2 grados en la escala de Richter y el impacto de una tormenta tropical, Grace, apenas 48 horas después.

El saldo ha sido terrible. El terremoto y la tormenta han dejado más de 2 mil 200 fallecidos, 13 mil viviendas dañadas y 650 mil personas necesitadas de asistencia humanitaria. El asesinato de Moïse, aún por esclarecer, ha traído más inestabilidad a un gobierno que, lejos de poder hacer frente al crecimiento de las pandillas, ni siquiera puede asegurar la entrega de ayuda internacional.

Más allá de la ayuda vital solicitada por la Organización de Naciones Unidas (ONU), lo cierto es que el futuro del país parece cada vez más desdibujado. ¿Cómo afectan estos últimos eventos al que ya de por sí carga con el sambenito de ser el país más pobre de Occidente? ¿Qué efectos tienen sobre la migración? ¿Seguirá siendo Haití un pueblo marcado por esta?

En Distintas Latitudes conversamos al respecto con el investigador haitiano Edward Sultant, quien estudia Trabajo Social y trabaja en la inserción laboral de migrantes en Chile, donde reside desde hace seis años.

¿Sería posible una nueva ola de migrantes haitianos?

Según Migraciones LATAM, una investigación transnacional de la 5ta generación de la Red LATAM de Jóvenes Periodistas, entre 2015 y 2020 las poblaciones migrantes haitianas aumentaron 547% en Suramérica y 406% en Centroamérica. Y esos son solo los números antes de todo lo que ha pasado en 2021.

Por tanto, Sultant cree que sí es factible ver nuevos flujos migratorios. ¿Y por qué? Por la llegada a un nuevo pico dentro de la inestabilidad política que aqueja al país desde el golpe de Estado de 1991. “Desde ese momento y hasta el día de hoy, siempre hemos estado en crisis, aunque hay momentos en que esta es más fuerte de lo normal”, dice.

Hasta ahora, el antecedente más claro es el de la crisis que sobrevino al país después del terremoto de 2010, con sus más de 316 mil fallecidos y 1.5 millones de nuevas personas sin hogar. Como resultado, decenas de miles de haitianos decidieron emigrar, fundamentalmente a Brasil y Chile.

Pero ¿está hoy Haití en una situación similar a 2010?

Bastante.

Según Sultant, actualmente hay cuatro grandes problemas para los que el gobierno no tiene solución: 1) la crisis sanitaria por la covid-19, 2) el asesinato del presidente Jovenel Moïse, 3) el terremoto del 14 de agosto y 4) Grace y el resto de tormentas/huracanes que aún pudieran azotar al país antes de que finalice la temporada ciclónica.

Sin embargo, estos son solo la punta del iceberg. Recordemos que durante los últimos 11 años Haití ha debido lidiar con los estragos de cuatro terremotos y huracanes, un brote de ébola, la “ayuda internacional”, un aumento considerable de la violencia y una seguidilla de conflictos políticos que terminaron con Moïse gobernando por decreto desde enero de 2020.

Así que sí: aún a esperas de ver qué impacto tienen en el país los resultados de la investigación en torno al asesinato del presidente y las elecciones generales de noviembre próximo, las palabras de orden allí parecen ser inestabilidad e inseguridad. Y, como dice Sultant: “Cada vez que hay una ruptura fuerte dentro de la política haitiana, la gente tiende a migrar más, a pensar que sería mejor emprender un proyecto afuera. Sucedió en los noventa, en 2004 y en 2010”.

¿Quiénes han migrado hasta ahora?

En los últimos años, fundamentalmente personas jóvenes de clase media y baja. “Por lo menos acá en Chile es así”, dice Sultant, quien en 2017 fundó la organización An nou pale (Una vuelta de mano) para ayudar a otros haitianos con información y acompañamiento migratorio. “Empiezan a migrar cada vez más sobre la perspectiva de que sí pueden tener un mejor futuro económico”.

En Haití, donde tres de cada cinco personas son pobres, esto parece imposible. El aumento del desempleo y la economía informal no les permite salir adelante, como tampoco sostener a sus familias. Por eso la migración es también un proyecto familiar. No en vano las remesas de los migrantes haitianos superaron el 23% del PIB del país en 2020.

“Solo que llega un momento en que esa responsabilidad [económica] que tiene el migrante pasa de ser algo temporal a algo permanente”, dice Sultant. “Como el país está cada vez peor y la tasa de desempleo sube, entonces la familia no puede autosostenerse y la persona que está afuera tiene que seguir apoyando”.

¿Y cómo afecta la situación actual de Haití a los que ya están afuera?

En esencia, supone una mayor carga económica para ellos. “Lo mínimo que podemos hacer nosotros es mandar remesas para sostener a las familias”, dice Sultant. “Hay migrantes que tienen en Haití a su mamá, a su hermana, a sus hijos, a su esposa o esposo. Ahí la carga se vuelve más pesada, porque muchas veces ese migrante no tiene un buen trabajo y eso implica bajar su calidad de vida”.

La situación se vuelve más complicada si tenemos en cuenta que, actualmente, miles de haitianos radicados en América Latina han retomado el camino para intentar llegar a Estados Unidos o México, como lo muestra este especial publicado recientemente en El País. Huyen de la discriminación y la falta de condiciones para ellos en sus primeros países de acogida.

Sin voz ni voto en la realidad de Haití, muchos migrantes se encuentran en medio de un fuego cruzado. Por un lado, el del deber de ayudar económicamente a sus familias en un país política y económicamente quebrado; por el otro, el de sortear las dificultades propias del largo camino de la migración latinoamericana.

Diseño de portada: Alma Ríos
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