Hija de una funcionaria de aerolínea norteamericana y un cantante tradicional, Mahani Teave no es solo la primera concertista de Isla de Pascua: es también una de las más prolíficas pianistas latinoamericanas del momento.
“Soy parte de este planeta”, responde Mahani Teave (38) cuando se le consulta por el gentilicio que más le acomoda. Hija de una funcionaria de aerolínea norteamericana y un cantante tradicional de Isla de Pascua, cuenta que comparte nacionalidad estadounidense y chilena, pero que por sus venas corre sangre rapanui, el nombre originario de la tierra, comunidad e idioma de la mundialmente conocida isla de los moái.
Y aunque prefiere remarcar su vínculo con la naturaleza antes que mirar el pasaporte, su talento y despliegue internacional la han llevado a instalar en lo más alto de la escena musical las banderas chilenas y rapanui. Mahani Teave no es solo la primera concertista de Isla de Pascua: es también una de las más prolíficas pianistas latinoamericanas del momento.
Su primer disco, “Rapa Nui Odissey” (Rubicón), estrenado este año, demoró pocas semanas en convertirse en el número uno de Billboard en la categoría de álbumes clásicos tradicionales. A la par, un documental biográfico dedicado a su historia, “Song of Rapa Nui”, dirigido por John Forsen, sigue acaparando audiencias en el Prime Video de Amazon y ya cuenta con una nominación a los premios Emmy.
Se trata de un punto cúlmine en su carrera que la pequeña Mahani Teave de nueve años nunca alcanzó a imaginar. Tenía esa edad en 1992, cuando, tras una visita a Rapa Nui, el laureado pianista chileno Roberto Bravo la invitó al continente a perfeccionarse. Hasta entonces Mahani solo había recibido lecciones de Erica Putney, violinista alemana que por esos años contaba con el único piano de la isla. Su destreza, sin embargo, ya despuntaba lo que podía ser una vida dedicada a la música.
Apoyada por su madre y becada por Bravo, abandonó el clima subtropical para trasladarse a la ciudad más lluviosa del sur de Chile, Valdivia. Allí, instalada en un exigente conservatorio, dio curso a una formación que la llevó a completar al mismo tiempo la enseñanza secundaria y superior. Luego vinieron perfeccionamientos en Estados Unidos y Alemania, los grandes escenarios, la vida de concertista y un reconocimiento permanente que nunca dejó de sorprenderla, pero que tampoco la hizo olvidar su deseo más íntimo: volver a Rapa Nui y levantar una escuela musical para niños.
Esta es la historia de su retorno.
A la luz del éxito de tu primera producción uno se pregunta por qué tardó en llegar. ¿Qué hay tras esta larga espera?
La verdad es que no tenía tanto interés, estaba más enfocada en lo que eran las presentaciones en vivo, que es lo que más me llena. No fue un tema para mí, le hacía un poco el quite a esto de envasar música, algo que en cada concierto es distinto.
También te apartas un poco de los escenarios para volver a la isla. ¿Amabas los conciertos, pero no la vida de la concertista?
Exactamente. La vida de los concertistas que están tocando un concierto día por medio no fue nunca una vida que me atrajo, aunque entregar a la gente lo que has preparado con tanto cariño y esfuerzo de todas formas es lindo. Tuve grandes satisfacciones por tocar en salas fantásticas, pero no podía disfrutar los lugares, conocer las ciudades. Estás a un ritmo que para mí es frenético. Es lo mismo que te decía de envasar la música, me parece algo poco natural.
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Es conocido que siempre añoraste retornar a Rapa Nui pese al éxito que cosechabas. Lo lograste y en 2012 nació TOKI, la primera escuela musical para niños de la isla. Luego de un ir y venir ahora estás instalada en lo que para muchos puede ser entendido como un regreso, pero también un abandono de los conciertos. Por favor, explícanos ese tránsito.
En cada período en Alemania y Estados Unidos, a pesar de que me podía quedar mucho más tiempo, tenía la sensación de un fin de ciclo, de que se acababa mi paso y punto. No sé por qué, es como si los vientos comenzaran a soplar en otra dirección. Ese momento coincidió con que algunas personas se ofrecieron a ayudar a conseguir los primeros pianos para la isla.
Cuando eso pasó despertó la añoranza que siempre estuvo dentro de mí y me dije: esta es una puerta que hay que atravesar. ¿Por qué no una escuela de música? ¿Cuán maravilloso sería? Todo comenzó a pasar y me entregué por completo, aunque nunca dejé de preguntarme por qué se me seguían dando tantas posibilidades extraordinarias. Siempre lo interpreté como que era para algo más. Cuando estaba tocando conciertos sentía el peso de la isla.
¿Algo así como un sentimiento culposo?
(Toma tiempo) Un signo de pregunta. ¿Por qué a mí sí, si hay tantos niños con igual o más talento? Pero bueno, sucedió y está sucediendo. De eso se trata, de descubrir estas posibilidades que surgen un poco disfrazadas. Primero fue el piano, luego tener profesoras. TOKI partió en espacios prestados y luego nos dimos cuenta de que necesitábamos una infraestructura. Todo ha sido pura intuición, hacer camino al andar con más personas que comparten el sueño de ayudar a nuestra isla.
Llegaron las donaciones, nos transformamos en una ONG y levantamos un proyecto de educación integral, musical y medioambiental. Enseñamos violín, piano, cello orquesta, entrenamiento auditivo, pero también el autosustento de la isla con nuestras huertas agroecológicas, que han permitido transformarnos en un referente de alimentación durante la pandemia, cuando la suspensión de los vuelos prácticamente nos dejó sin comida. Son conceptos que van más allá de la enseñanza de la música. Es la visión de nosotros como seres humanos integrales.
Mahani (izquierda), acompañada por niños en la fiesta tradicional de Tapati, la más importante de Rapa Nui, en 2017
Personas que supieron de ti quisieron ayudarte a formar la escuela. Antes, Roberto Bravo, sin ningún tipo de compromiso, te ofreció una beca en Valdivia. Y hace poco el empresario David Fulton, tras escucharte tocar, te invitó a grabar “Rapa Nui Odissey” en beneficio de TOKI. ¿Qué papel han jugado en tu vida los encuentros inesperados?
Dios ha hecho lo que ha querido con mi vida. Por qué está tan llena de estos encuentros mágicos, tan llena de momentos tan especiales con hilos divinos que van trenzando mi vida… no lo sé. Dejo que las cosas vayan sucediendo. Todo en mi vida siempre ha sido muy inesperado y mágico, lo cual no significa que no haya sido difícil. He tenido muchos períodos de sacrificio, pero siempre en mi corazón me he sentido sostenida.
¿Qué es Dios para ti?
(Ríe) El Dios universal, creador, que algunos prefieren llamar el universo amoroso y otros la energía creadora. Yo lo llamo Dios, aunque me resulta imposible de explicar. Es como si yo conociera solo la oscuridad y tratara de describir la luz. Imposible.
A propósito de momentos difíciles, migraste siendo muy pequeña. ¿Sientes que eso te privó de etapas propias de una niña y adolescente?
En la adolescencia me salté algunas cosas, porque no tenía tiempo para socializar. De la escuela me iba directo al conservatorio y me quedaba allá hasta las diez u once de la noche, primero con clases y luego practicando. Llegaba a la casa súper tarde a abrir los cuadernos para el otro día. Si yo tuviera que revisar esa etapa tal vez haría unos pequeños cambios, porque hice rápidamente los años de conservatorio, en poco tiempo.
Yo ya estaba haciendo la enseñanza superior cuando tenía 14 o 15 años. Con 17 prácticamente terminé el colegio y la educación superior, graduándome de intérprete. Hice una carrera universitaria en paralelo con la secundaria. Eso fue pesadísimo, súper difícil. No me lo cuestioné en ese minuto, pero hoy sí veo que me salté varios momentos.
Los sueños que tenías en ese entonces deben ser distintos a los de hoy. ¿Cuál es tu sueño más grande en este preciso instante?
Mi mayor sueño es que logremos entender, abordar y superar, o al menos sobrevivir, esta gran crisis climática. Me tiene muy preocupada el mundo que le espera mi hija. Yo no tengo muchas ambiciones terrenales, como tocar en las salas importantes de Estados Unidos. Bueno, sí, los productores de mi disco ya están haciendo gestiones y eso es maravilloso, fantástico, porque una de las grandes alegrías para nosotros los músicos es poder tocar en un lugar donde el instrumento pueda hacer magia.
Trabajar con una acústica increíble, un piano increíble, es una de las cosas que trae gran alegría, pero al mismo tiempo a mí me produce gran satisfacción tocar en un asilo de ancianos, en una cárcel, llevar un piano a una población y tocar para la gente necesitada.
Mahani, Chile vive un momento de descontento social, y podríamos decir que tú eres representativa de dos mundos que históricamente han sido postergados: las primeras naciones y la cultura. ¿Cuáles son los cambios urgentes que requieren ambos sectores?
La cultura, por alguna razón, siempre va quedando en último lugar, aunque es una de las cosas más importantes en un país. Cultivar la cultura te lleva a una población emocionalmente sana. Tal vez no se le fomenta porque al tener seres conectados con su interior tienes a personas que empiezan a liderar, a ser creativas y a buscar soluciones. Cuando entregas arte entregas alas. Los librepensadores siempre son más difíciles de dominar. Y sobre los pueblos originarios… los chilenos deben comprender la razón de que nosotros hagamos las cosas de una cierta forma, de que exijamos ciertos derechos, que estemos luchando por ciertas causas.
Falta un conocimiento histórico de cómo la isla fue anexada, de los más de cien años de tremendo dolor, de abuso, que existieron, pero no para juzgar o criticar, solamente para poder entender. Tiene que ver con la lucha en general de los pueblos originarios, el no hacer ojos ciegos, el mirar la historia y decir “sí, se cometieron errores. Sí, somos responsables de muchas cosas terribles que nunca debieron suceder”. La sociedad debe aceptar que hay un dolor histórico, pero no para quedarse en el dolor, sino para avanzar y empezar a dialogar desde el entendimiento mutuo.
Rapa Nui es más que un destino turístico.
La Isla como destino es un lugar muy especial y la gente debe llegar con una apertura de corazón. La Isla tiene una energía muy fuerte que remece a las personas interiormente y acá hay una historia viva en todas partes. Es un museo al aire libre. Si bien no tenemos el virus acá, lo que es una bendición, ha bajado el turismo, pero nos ha permitido reflexionar sobre qué turismo queremos y en qué condiciones.
Mahani, ¿TOKI es un proyecto de vida completo o te veremos en escenarios y grabando más discos?
Voy a seguir tocando. Mi idea siempre fue ir y venir de la isla. La razón por la que estoy acá es por la calidad de vida. Es la que siempre quise, conectada con la naturaleza, cerca del mar, y el proyecto de la escuela me trae tanta alegría… es tan fácil ayudar a que todo funcione estando acá… Pero eso no quita la posibilidad de viajar a otros lugares. Estamos a solo cinco horas del continente. Ha significado mucho más trabajo. Antes era solo practicar, porque cuando tú eres concertista todo está en función de tu concierto, y ahora con esto de la escuela no tengo tiempo libre para nada. Me he hecho la meta de poder disfrutar el lugar en el que estoy, pero soy trabajólica y a veces me cuesta decir “basta” y darme un chapuzón en el mar.
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Actualmente la escuela artística TOKI Rapa Nui forma a cerca de 100 niños y niñas de la isla. La pandemia ha afectado el desarrollo de su actividad, por lo que las donaciones se vuelven esenciales. 20 dólares financian una hora de clases de música clásica y ancestral.
Ilustración de portada: Alma Ríos