So Lazo es una ilustradora que se ha abierto paso en un universo masculinizado y endogámico como el del arte y el diseño en El Salvador. Lo hace a partir de colores vibrantes y temas sociales, que plasma en libros, tatuajes y redes sociales. Su pasión por la ilustración la ha llevado a ser reconocida más allá de sus fronteras.
Cuando So Lazo (San Salvador, El Salvador, 1991) empezó a compartir sus dibujos en Instagram jamás se imaginó que un día llegaría a vivir de ello. Ahora cuenta con casi 140 mil seguidores y gestiona su propia tienda online, donde vende todo tipo de productos estampados con sus diseños originales.
Su pasión por la ilustración le ha llevado a hacer cosas que nunca antes habría pensado, como realizar un proyecto para Adobe mientras aún era estudiante de diseño en una universidad de El Salvador, viajar por Europa para convertir sus dibujos en tatuajes o trabajar para editoriales como Penguin Random House y Santillana.
Ahora está escribiendo su segundo libro, después que hace dos años publicara Witch Please (Chronicle Book, 2019), un libro completamente ilustrado y escrito por ella en el que comparte un mensaje feminista y body-positive. “Fue algo que yo no había planeado”, afirma Lazo, que asegura que empezó a dibujar como una manera de expresarse y una especie de terapia personal.
Su voz suave y su sonrisa tímida contrasta con la intensidad de los colores que utiliza en la ropa o en el maquillaje y con los múltiples tatuajes que tiene en brazos y piernas. Pero precisamente ha sido a través de los contrastes, entre una mezcla de colores vibrantes y personajes como demonios o brujas, que ha logrado que sus ilustraciones tengan éxito.
Lazo no solo se ha abierto paso en un ámbito muy masculinizado y endogámico como es el universo del diseño en El Salvador, sino que también ha logrado que su obra traspase las fronteras de un país del que hay muy pocos representantes internacionales en el mundo del arte y, mucho menos, en el de la ilustración.
Parte de este reconocimiento en el extranjero también es fruto de las emociones y mensajes que transmite en su obra, que ha ido evolucionando a lo largo de los años para tocar cada vez más temas relacionados con el feminismo, la salud mental y los derechos LGBTI.
Un recorrido en su arte que ha acompañado su propio proceso de identidad, el cual le ha llevado ahora a identificarse como una persona no binaria. “Si tengo esta plataforma y estoy teniendo esta audiencia, considero que es importante hablar de estos temas”, señala.
¿Cuándo decidiste dedicarte por completo a la ilustración?
Cuando entré a la universidad todavía no tenía idea de lo que quería hacer. Comencé a estudiar diseño de producto artesanal, porque en ese entonces no había diseño de modas en El Salvador, que era lo que a mí me gustaba. Pero el primer año de esa carrera es compartido con diseño gráfico y ahí conocí la ilustración.
Hice dos años y medio en diseño de producto hasta que de verdad sentí que no era lo mío, que quería hacer otras cosas, y entonces me pasé a diseño gráfico. Desde que hice ese cambio empecé a dibujar a diario. Fue en ese momento en el que me di cuenta que quería dedicarme a la ilustración.
Ahora tienes casi 140.000 seguidores en Instagram. Cuando empezaste, ¿te imaginaste que tu obra iba a tener la repercusión que ha tenido?
No [risas]. En ningún momento planeé nada de esto. Para mí, dibujar fue una especie de terapia y de desahogo, porque en general no soy una persona muy extrovertida. Dibujar era mi manera de expresarme y por eso empecé a subir a Instagram todo lo que hacía. Poco a poco fui notando que la gente conectaba con lo que estaba haciendo y se interesaban por mis piezas.
Por años estuve publicando casi a diario y entonces me llegó mi primer proyecto de ilustración, con Adobe. Estaba en tercero o cuarto año de la universidad aún, pero fue un proyecto bastante grande y fue el que me abrió las puertas.
¿Qué obstáculos te encontraste a la hora de iniciar tu carrera como ilustradora?
Aquí en El Salvador es un poco complicado vivir del diseño gráfico, la ilustración o el arte en general. No hay suficiente mercado y, si hay, la paga no es justa. Pero este primer proyecto me hizo darme cuenta que podía trabajar para afuera también. Al final, el 90% de mi trabajo es para clientes fuera de El Salvador, porque aquí en el país falta todavía un poco más de aprecio hacia estas áreas.
En los últimos años he visto un crecimiento, sobre todo de gente interesada en la ilustración. Cada vez hay más jóvenes que entran a la carrera de diseño y ya saben que quieren ser ilustradores o ilustradoras. También ha habido una apertura de espacios sobre ilustración en el país: se han creado colectivos, proyectos, exposiciones, etc. Pero ahorita con la pandemia otra vez todo esto se detuvo.
En tus redes y plataformas resaltas mucho la “tropicalidad” de El Salvador. ¿En qué sentido consideras que el país ha influenciado tu arte?
Creo que hay algo aquí en el país que de manera natural nos impregna. Un montón de colores y cosas vibrantes: las plantas, la gente, los mercados, la ropa. Es como una gran mezcla. Una saturación, también, porque [El Salvador] es bien saturado. Tenemos unas paletas de colores vibrantes y unas imágenes bastante orgánicas. No tendemos a hacer cosas muy geométricas o muy cuadradas, sino que son formas bien libres y expresivas.
Los colores son una de las partes más importantes en mis piezas. Siempre defino mi paleta antes de empezar a dibujar, porque me gusta experimentar con eso. Me gusta usar siempre colores vibrantes, a pesar que el contenido tal vez no sea alegre.
So Lazo gestiona su propia tienda online, donde vende productos estampados con sus diseños originales
Esta libertad en las formas y estos contrastes en tu obra, ¿fueron una decisión consciente o algo que te salió de forma natural?
En mi caso fue el hecho de que mi interés no es una perfección técnica. A mí no me interesa el hiperrealismo. Lo respeto, pero no me gusta hacerlo, no lo disfruto tanto. En cambio, sí me gusta hacer formas o personajes en cierto sentido imperfectos o irregulares, porque siento que transmiten una parte emocional. Me enfoco más en transmitir algo que en que se vea perfecto.
De cierta manera, creo que no somos tan únicos. No somos individuos tan especiales, pero eso no es nada malo. Todo lo contrario, porque es lo que te permite conectar. Yo empecé dibujando para sacar emociones. Eso me ayudaba a mí y también le ayudaba a la gente que se sentía de la misma manera. Al final, yo creo que si te sentís mal y ves que alguien más también siente o vive lo mismo, de repente te sentís un poco mejor, porque no estás solo y no sos la única persona a la que le pasa esto.
Tu trabajo ha ido evolucionando y ahora toca temas cada vez más sociales, sobre todo relacionados con el feminismo y los derechos LGBTI. ¿Te costó empezar a tocar estos temas en un país como El Salvador?
El hecho de tener una presencia en línea me hizo sentir un poco más protegida, porque es un contexto digital. No es como que estoy frente a un montón de gente, exponiendo directamente lo que pienso, sino que es mi perfil, es lo que yo decido mostrar. Al principio siempre da nervios, no tanto por la gente desconocida, sino básicamente por todos los conocidos que me siguen, mis amigos, mi familia, etc.
Pero, al final, es mi perfil y yo voy a expresar lo que yo quiera. Si alguien no está de acuerdo conmigo o no cree en lo que yo creo, no es mi problema, no tengo por qué hacerle caso, no me va a afectar.
El hecho de empezar a tocar estos temas en tu trabajo y en tus redes, ¿fue parte importante del proceso de descubrir tu propia identidad?
Definitivamente. Empecé más enfocada en los temas de feminismo porque, pues, básicamente toda mi infancia, adolescencia y parte de mi vida adulta me he identificado como mujer. Siempre he sido bien consciente de la desigualdad de derechos que tienen las mujeres, especialmente en este país, que es extremadamente machista. Hace poco empecé a conocer más sobre el término no binario y lo que implica. Fue algo con lo que yo me identifiqué.
El cambio de nombre (de Sonia Lazo a So Lazo) solo es parte de eso, una decisión que tomé más acorde con mi identidad. Entonces, en ese proceso de descubrirme e identificarme de cierta manera, descubrí también que hay una desigualdad increíble en cuanto a derechos LGBTI. Al final, si tengo esta plataforma y estoy teniendo una audiencia, considero que es importante hablar de estos temas.
¿Te consideras a ti misma activista por tocar esos temas a través de tu arte?
Yo no lo diría así. Sí quisiera, pero siento que para poder decir que yo soy activista todavía me falta tener mucho más, no solo ilustraciones, sino como tener más voz, participar en marchas, en eventos y estar más físicamente presente. Me falta, pero quisiera.
Si tu fueras diputada en El Salvador, ¿cuál sería la primera ley que aprobarías?
Es complicado [risas]. Para mí, lo más importante es la educación. Creo que de ahí salen un montón de cosas, así que aprobaría una ley para dar educación digna, accesible y gratuita para todos.
Y si tuvieras la posibilidad de volver en el tiempo y hablar con tu yo de 15 años, ¿Qué le dirías?
Le diría que ya no se preocupara tanto por las percepciones de los demás, que no tuviera miedo a expresarse, porque era sumamente tímida. Le diría que no se preocupase tanto por eso, ni por su aspecto físico.
Para terminar, si pudieras diseñar la ropa o la imagen de una banda o artista de música internacional, ¿a quién elegirías?
Regina Spektor. Es mi cantante favorita desde la adolescencia, así que sería increíble.
Ilustración de portada: Alma Ríos