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Bailar no solo es poner al cuerpo en movimiento, sino también hacer que las cosas pasen. En Paraguay, el contexto sanitario de la pandemia de covid-19 condujo a que dos reconocidas organizadoras de eventos artísticos se unieran por un mismo fin: que la danza no pare.


 

Una niña vestida con un traje típico paraguayo baila Galopera –una polca popular de Paraguay– en un rincón de su casa decorado con plantas y telas de colores; minutos después, otra niña muestra su talento al compás de una danza tradicional del país en un jardín y, más tarde, una mujer joven mueve sus caderas al son de una música árabe en lo que parece ser una sala de estar. 

Estas son algunas de las presentaciones que se vieron en las primeras ediciones de Virtual Danza, un concurso de baile creado en Paraguay por Natalia Ramos y Pilar Rojas, dos reconocidas organizadoras de eventos artísticos que, ante una pandemia que había llegado para quedarse, buscaron la forma de seguir manteniendo activo el rubro. 

Se conocían de antes, pero nunca habían trabajado juntas. Es la primera vez que comparten la ejecución de un proyecto tan grande. “¿Qué hacemos este año?”, se preguntaba cada una, sin saber que la otra tenía la misma inquietud. 

A principios de la pandemia, Natalia, quien también enseña danza, se animó a lanzar su idea en Instagram para ver la respuesta del público. A través de un flyer, invitaba a un concurso de danza virtual, cuya forma de participar consistía en enviar un video bailando cualquiera de los ritmos propuestos. 

Ese mismo día, Pilar vio la publicación e inmediatamente la llamó para decirle que venía pensando en una idea similar y que por qué no trabajaban juntas en el evento. “Entre una conversación y otra, nos unimos. Ella me dijo que se iba encargar de todo lo que tenga que ver con la tecnología y yo quedaba al frente de los participantes”, recuerda Ramos, sobre el punto de partida de esta iniciativa. 

 

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Los desafíos de bailar frente a una pantalla 

“Virtual Danza fue la salvación de muchos”, dice Natalia, para referirse al entusiasmo que generó el concurso en maestros y alumnos. “La pandemia llegó de golpe, yo era cero tecnología, la usaba solo para ver videos o guardar música, jamás pensé que iba a dar clases frente a una cámara, la mayoría de los profesores pasaron por lo mismo”, cuenta. 

Y aclara: “No es que no me gustara, sino que no sabía cómo hacerlo. Me hacía la pregunta: ¿cómo hago para que mi alumna se interese en mi clase? Fue difícil porque muchas en el Zoom apagaban su cámara o decían que no les funcionaba bien; o que no tenían luz, etc.”. 

Muchos profesores se rehusaron a dar clases virtuales, pero como no se vaticinaba un final definitivo para la pandemia, con el correr del tiempo se unieron a aquellos maestros que creyeron en la energía del movimiento más allá de la presencialidad de los cuerpos. 

 “Veíamos una necesidad enorme de seguir bailando”, confiesa Ramos, quien vio materializarse ese deseo en la cantidad de participantes que se inscribieron para la primera edición de Virtual Danza, en junio de 2020. 

Fueron 300 participantes, de todas las edades, que se animaron a grabarse bailando desde sus casas o a enviar materiales que habían quedado grabados de concursos anteriores. Todos tenían espacio en este evento, porque ese siempre fue su fin principal: hacer partícipe a toda la comunidad. 

“Como era un panorama totalmente nuevo, fueron muchas las preguntas. Pero la distancia facilitó que la creatividad de los concursantes fluyera. En ese proceso, fueron ingeniosos: en algunos casos, los profesores llevaban de a uno a sus alumnos a su academia de danza para grabarles y, en otros, cada uno se grababa desde su casa y eso quedaba luego unido en edición; también algunos grupos fueron por más y empezaron a incorporar seis locaciones en un mismo video, etc.; así hay miles de ejemplos”, comenta Natalia.  

Desde sus inicios, el concurso se realiza a lo largo de tres días, siempre viernes, sábado y domingo, en los que, a través de una transmisión por YouTube, se proyectan los videos de todos los participantes inscriptos en las diversas modalidades, ya sea danza paraguaya, árabe, clásica, jazz, tango, contemporáneo, acrodance, video danza, estilo libre, urbano, entre muchos otros. 

Cada modalidad tiene un jurado que está compuesto por profesionales paraguayos, quienes eligen a los ganadores que se llevarán desde premios en efectivo hasta becas de estudio o participación para futuros concursos presenciales, así como artículos de danza, viajes y mucho más. 

“Lo bueno es que no se detuvieron las ganas de bailar, de participar, aún así el escenario haya sido otro: la sala de la casa, el patio, la vereda del barrio, etc. Seguimos bailando, por eso lo defino como una salvación para todos”, reflexiona la organizadora. 

El espíritu de un movimiento virtual 

En cuestión de tiempo, ese entusiasmo por seguir creando desde y para el cuerpo fue creciendo, y en la segunda edición del concurso, en noviembre de 2020, se alcanzaron casi 500 participantes. Desde sus inicios, Virtual Danza fue un espacio abierto para todo el público, nadie quedaba fuera de la pista, incluso, ni abuelos ni mascotas, todos podían mostrar lo que mejor sabían hacer. Y eso es así hasta ahora. 

En sus primeras dos ediciones, el concurso tuvo participantes de todo el país, incluyendo ciudades del Chaco paraguayo, una región muy alejada de la capital Asunción. Asimismo, una profesora de baile que vive en Nueva York se sumó a la propuesta inscribiendo a sus alumnos en varias categorías del concurso. Eso también es Virtual Danza: conexión con tus raíces más allá de la distancia.

La tercera edición del concurso está en puerta, será el 7,8 y 9 de mayo, y en los últimos meses de preparación,  han recibido también mensajes de participantes que se encuentran en Venezuela, México y Uruguay. Si bien Virtual Danza nace en el territorio de la chipa y el tereré, se expande y traspasa fronteras porque el arte, aunque personal, también es universal. 

Natalia señala que el futuro del concurso es incierto; que en estos tiempos es difícil dar por sentado qué sucederá más adelante, sin embargo, tiene la esperanza de que las competencias presenciales vuelvan. Mientras esperan que esto ocurra, ven cómo su idea es inspiración para muchos maestros que, de forma independiente, organizan sus propios concursos. 

Con una iniciativa como esta, queda demostrado que la danza, aunque individual desde lo físico, es coral en todo sentido: porque une, encuentra e integra. No menos importante, transforma un sueño personal en otro colectivo. “Tanto Pilar como yo  –dice Natalia–  tenemos un espíritu dinámico, no podemos quedarnos quietas y ver la vida pasar. Buscamos desafíos porque queremos inspirar a otras personas, Virtual Danza nos empujó a crear ese espacio de solidaridad para nuestra comunidad artística y nos dio la oportunidad de seguir haciendo lo que nos gusta”.

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Este texto forma parte de Arte en Pandemia, una serie de artículos que muestran cómo las expresiones culturales y artísticas de América Latina se reinventaron/adaptaron a las condiciones de aislamiento social provocadas por la pandemia de covid-19. 

 

Imagen de portada: Rocío Rojas (Perú).
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Periodista independiente especializada en cultura. Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional de Asunción. Inició su carrera periodística como productora en la televisión pública paraguaya, donde ha tenido la oportunidad de escribir textos para voz en off de documentales y además colaborar para el programa Claves de Deutsche Welle, del periodista chileno Gonzalo E. Cáceres. Trabajó durante más de seis años como redactora de la revista VOS del Diario La Nación Paraguay, donde descubrió su interés por el periodismo narrativo, las crónicas de viaje, las reseñas musicales y los reportajes culturales y sociales, especialmente sobre feminismo e indigenismo. Ha colaborado también para la revista Liberoamérica. Actualmente, está trabajando en la creación de un nuevo enfoque dentro del periodismo cultural.

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