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Chile tendrá la primera Constitución en el mundo que se escribirá con equidad de género. En este escenario, distintas organizaciones buscan visibilizar el rol de las mujeres en la sociedad y acabar con la brecha de vulnerabilidad que muchas enfrentan en contextos adversos, en especial ante la actual crisis climática. Esto no es menor si consideramos que los factores ambientales, económicos y sociales suelen tener un impacto más fuerte sobre ellas que sobre los hombres. 


 

Los diarios nacionales denunciaban a fines del 2020 que los habitantes de Petorca, una zona ubicada en la región de Valparaíso (Chile), se veían obligados a sobrevivir con solo el 30% del agua que consumía un ciudadano promedio en el país. De acuerdo con una investigación compartida por la Multidisciplinary Digital Publishing Institute (MDPI), esto es consecuencia de las condiciones climáticas, que han ocasionado la sequía más grave del país en 700 años y la priorización del recurso para actividades agrícolas.

En medio de esta situación, los lugareños, pero sobre todo las mujeres, se veían obligados a idear toda clase de maneras para lograr que sus familias suplieran necesidades básicas con la escasa provisión que se les daba.

María es una persona que reside en una localidad rural de Petorca y a su casa llegan los 50 litros de agua diaria por persona. (…) Pero esto no es suficiente. Al momento de bañarse, primero viene su hija menor, luego su hija adolescente, luego su marido y, al final, viene ella. Todos deben asearse con la misma agua y luego esta, ya reutilizada, se usa para las plantas o incluso lavar la loza”, señala una nota de El Mostrador

Petorca es uno de esos casos en donde se refleja por qué las mujeres y niñas están entre las más vulnerables al hablar de crisis climática, algo que la misma ONU denuncia desde hace años. Sin embargo, si bien existen algunos estudios al respecto,  es un tema que apenas pareciera encontrarse en ciernes en Chile. 

“Todos sabemos que el cambio climático afecta mucho más a la mujer, pero no hay datos duros al respecto”, opina Ana Araneda, doctora en Ciencias Ambientales de la Universidad de Concepción (UdeC), quien además se declara feminista y activista ambiental.

En ese sentido, en medio del proceso constituyente que vive Chile, podría existir una oportunidad para destacar la perspectiva de género y sentar las bases que ayuden a “equiparar la cancha” de cara a una emergencia ambiental inevitable. 

Mujer y cambio climático

Distintos estudios e informes internacionales respaldan el hecho de que el cambio climático afecta con mayor fuerza a mujeres y niñas. Sin embargo, en ámbitos como los rurales, esta diferencia es aún más evidente. 

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura en Chile (FAO) ha señalado que las mujeres representan un 48 % de la mano de obra agrícola de los países de ingresos bajos. Paradójicamente, menos de un 20% de ellas poseen tierras propias, de acuerdo con datos recopilados por ONU Mujeres

Lo anterior deja a las mujeres de zonas rurales en un estado de evidente vulnerabilidad y dependencia, en especial en contextos de adversidad, ya que ni siquiera son dueñas de algo. Ello sin mencionar que a muchas se las relega a labores de cuidado o más precarias, con todo lo que eso implica.

“El cambio climático afecta a toda la población, pero son las personas más pobres del mundo y las que se encuentran en situación vulnerable, especialmente las mujeres y las niñas, quienes soportan las peores consecuencias de las tensiones ambientales, económicas y sociales. (…) A menudo, son las últimas en comer o en ser rescatadas; se enfrentan a mayores riesgos de salud y seguridad cuando los sistemas de agua y saneamiento se ven comprometidos; y asumen una mayor carga de trabajo doméstico y de cuidado cuando deja de haber recursos”, se lee en un reportaje interactivo presentado por ONU Mujeres. 

En contextos adversos o estresantes podrían intensificarse otros problemas, como violencia contra las mujeres, mortalidad materna, matrimonio infantil, mayor riesgo de infecciones, usurpación ilegal de tierras, pobreza, menor acceso a la escolaridad, entre varios más.

Pero eso no es todo.  María Paz Aedo, académica de la Universidad de Chile especializada en temas de género, afectos y ecología política, agrega que en medio de una crisis climática las mujeres también son las primeras en perder sus empleos “porque su trabajo es menos calificado, precisamente por esa carga histórica del trabajo doméstico”.

De acuerdo con datos recopilados por ONU, “son más las mujeres que los hombres con empleos vulnerables, de baja remuneración o subvalorados. Hasta 2013, el 49,1% de las mujeres trabajadoras del mundo se encontraba en situación de empleo vulnerable, a menudo sin protección de las leyes laborales, frente al 46,9% de los hombres”. 

Para Aedo, lo anterior se debe, en parte, a que ha existido un desincentivo cultural a que ellas puedan estudiar y desempeñar tareas en el espacio político y público. “Entonces, cuando hay reducciones de empleo, ¿a quienes despiden? A las mujeres. Eso tiene que ver también con el cambio climático, porque este genera que se deterioren las condiciones básicas que hacen posible la subsistencia y la existencia de muchas fuentes de trabajo”, indica. 

Mientras tanto, en Chile es posible ver cómo las comunidades y su población femenina enfrentan las consecuencias de la desertificación y la erosión de la tierra. “Ya sea por la introducción de bosques exóticos, como el pino y el eucalipto, o por el cambio de uso de suelo”, añade Araneda. 

En el norte, por ejemplo, señala que el déficit hídrico imposibilita a las mujeres “casi en un 90%”, porque ya no pueden dedicarse a cultivar o a tener otro tipo de emprendimiento. 

En cuanto a problemas medioambientales en general, la académica de la Universidad de Chile agrega que las mujeres que desempeñan la labor de “temporeras” son las más vulnerables. Igualmente, al sur, las “algueras”, quienes se dedican a la recolección de distintas algas, ya sea para cosmética, alimentación, suplemento, entre otros, se enfrentan a la reducción del recurso y a la pérdida de empleos “como consecuencia de la salmonicultura”, explica. 

Y cuando hay problemas como falta de acceso al alimento, las mujeres dejan de comer primero, por darle a los hijos. Son también las que se duermen más tarde, para cuidar a los enfermos. Son las que cargan sobre sus cuerpos y creencias la externalización de costos de este modelo”, puntualiza Aedo. 

Redes y sororidad

Frente a este escenario, Aedo indica que existen distintas preocupaciones relacionadas no solo con el ámbito nacional, sino también mundial. Sin embargo, al igual que Araneda, coincide en que existen distintas organizaciones a lo largo de Chile para visibilizar estos temas. Entre ellas es posible mencionar a las Mujeres de Zonas de Sacrificio en Resistencia y al Movimiento de Defensa por el Acceso al Agua, la Tierra y la Protección del Medioambiente (Modatima). 

“Hay redes feministas en todas partes. Nunca había sido tan grande este movimiento y la convergencia entre ecologismo y feminismo es cada vez más potente”, opina Aedo. 

En ese sentido, para la académica el actual proceso constituyente que vive Chile podría abrir algunas puertas para consolidar la perspectiva de género y proponer soluciones para disminuir la vulnerabilidad de mujeres y niñas frente al cambio climático. Entre tales, estaría la oportunidad de destacar los principios del “derecho a la naturaleza a existir; una gobernanza ambiental, democrática y participativa; la gestión comunitaria de bienes naturales comunes y la paridad como piso, no como techo”, indica. 

“Creo que hace falta desnaturalizar la naturaleza y el género. Sacarnos esta idea de (…) que, por naturaleza, las mujeres tenemos que cuidar y que la naturaleza no tiene nada que decir respecto de lo que hacemos con ella. (…) Todo tiene derecho a existir, no solo nosotros en el planeta, y eso necesita estar consagrado constitucionalmente”, señala Aedo.

En la misma línea, agrega que “otra pelea fundamental” es diferenciar los bienes económicos de los naturales comunes. 

“Si hablamos de bienes naturales comunes, lo primero es que las mujeres no somos las únicas responsables de cuidarlos. Tendría que ser la sociedad en su conjunto. Eso obliga a una redistribución de responsabilidades. (…) Y, por cierto, que yo apostaría en una bajada reglamentaria a la gestión comunitaria de esos bienes. No basta con la estatización. Tenemos mala experiencia en América Latina con el tema de las nacionalizaciones. Cuando quedan en manos del Estado, terminan haciendo más o menos lo mismo que haría una empresa. A una escala diferente, pero para efectos ecosistémicos igualmente con consecuencias graves”, afirma. 

Aedo insiste en que es esencial tomar en cuenta estos temas. “Lo que ha pasado con el planeta es irreversible. Es un desafío enorme, cuesta escucharlo y creerlo, pero es así (…). Cuando nosotras seamos viejas, va a faltar todo. Lo único que hace posible que sobrevivamos cuando algo así pasa, es que estemos juntas”, advierte.

Mujer, cambio climático y nueva Constitución: el rol del ecofeminismo para sociedades más resilientes

Foto: BarbyBox | Wikimedia Commons

Un futuro incierto

De acuerdo con el libro Discusiones ecofeministas, la Red Chilena Contra la Violencia hacia las Mujeres (2020) sostiene que de más de un millón de empleos ocupados por mujeres -creados en la última década- el 60% tiene altas probabilidades de ser precario. Además, el 75% de ellas gana menos de 550.000 pesos chilenos mensuales (aprox. 660 USD). El 50% recibe menos de 340.000 (aprox. 408 USD). A ello hay que agregar que, sumando la jornada de trabajo asalariado y doméstico, ellas trabajan un promedio de 73,8 horas semanales, versus las 60,5 horas que realizan los hombres.

Si se toma en cuenta que la crisis climática ya es irreversible, de acuerdo con el último informe del IPCC, y que las mujeres y niñas son más vulnerables ante este fenómeno, se presenta un futuro incierto. A consideración de Aedo, “primero tenemos que aceptar que estamos en un colapso, luego que debemos atravesarlo y después que tenemos que “decrecer” con justicia”. 

“La Constitución puede decir todo lo que soñamos, pero si seguimos dentro de este contexto geopolítico y además con este modelo económico, puede ser complejo. Pero hay mucha esperanza y fe de que si hemos resistido hasta aquí como mujeres, podemos seguir haciéndolo”, indica. 

Por su parte, Araneda se muestra un poco más optimista frente a las puertas que podría abrir el proceso constituyente. 

“Es la primera Constitución en el mundo que se escribiría con equidad de género. Nunca había existido esto en la historia del mundo (…). Y yo creo que estos cambios vienen por supuesto un poco a equiparar la cancha. (…) Si bien las mujeres somos las que estamos más vulnerables al cambio climático, también sabemos que somos más resilientes que el hombre a este fenómeno, y desde ahí deberíamos tener también más protagonismo”, ratifica. 

Mientras tanto, puertas adentro de las salas en donde se prepara la nueva Constitución en Chile, Elisa Giustinianovich, constituyente por el distrito 29, coincide en que “todo tiene que ser abordado desde el lente feminista”, si bien su mayor preocupación parece enfocarse en el derecho de la propiedad y los bienes comunes naturales. 

No obstante, dicho “lente feminista” que menciona Giustinianovich sería especialmente relevante ya que, según la publicación Gender, Climate Change and Health, “la evidencia sugiere que la incorporación de la perspectiva de género puede incrementar la efectivad de las medidas que buscan proteger a las personas del cambio climático”.

Así las cosas, los resultados de la discusión ecofeminista en el marco de la nueva Constitución aún están por descubrirse, aunque para algunos existe un “escenario favorable” que permitiría avanzar en igualdad, equidad y justicia, además de fortalecer el papel de las mujeres como agentes del cambio para un futuro resiliente y sostenible. 

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Este trabajo fue producido en el marco del proyecto Cambio Climático y Nueva Constitución de FES Chile, Climate Tracker y ONG FIMA.

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Foto de portada: Vivian Morales | Wikimedia Commons
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Venezuela (1993). Licenciada en Comunicación Social, egresada de la Universidad Central de Venezuela. Trabajó en el diario El Mundo Economía y Negocios. Desde 2016 genera contenidos para empresas en Venezuela, Panamá, Estados Unidos y Chile. Actualmente se desempeña como Social Media Manager en Santiago de Chile y busca impulsar www.caracopolis.com, un compendio de crónicas sobre el desarrollo sostenible en Latinoamérica. Le interesa lo urbano, la tecnología y la economía. Busca especializarse en periodismo transmedia y marketing digital.

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